Sociedad civil, partidos y dejaciones [Var]

Artículo pensado para La Voz de Almería.
Desde hace tiempo me asalta recurrentemente la idea de que la sociedad civil (si es que realmente existe) está dejándose socavar por los partidos políticos. Éstos, de naturaleza clientelar (no los imagino de otra manera), tienden a ir ampliando sus redes, llegando a cualquier lugar, con el objetivo de controlar todos los mecanismos de presión o de acallamiento (según toque) que encuentren a su alcance. Probablemente, éste sea un comportamiento lógico, pero no deja de ser un mecanismo demasiado maquiavélico, en el más estricto sentido de la palabra.
Ante esta toma de posiciones, la sociedad civil no se impone, se deja acogotar y controlar por los testaferros ideológicos de los movimientos políticos. Este comportamiento dejatorio, a la postre, induce al descrédito de las organizaciones sociales y contribuye al desánimo de mucha gente, lo que termina facilitando el avance continuado del poder de los partidos.
A lo mejor, pensar en una realidad en la que los movimientos sociales, las instituciones de lo que se suele denominar sociedad civil, no son ajenas a las ideologías de sus integrantes y el enfrentamiento partidista que se produce en las tribunas de los ayuntamientos, parlamentos y prensa terminan por filtrarse poco a poco a la ciudadanía que copia los comportamientos y los argumentos de los portavoces de los partidos.
Ejemplos del abandono de la sociedad civil los hay a mansalva: asociaciones de vecinos, asociaciones de padres y madres, Universidad, plataformas de toda índole… Si uno escarba lo suficiente, terminan aflorando los mencionados testaferros. A veces, incluso, muchos de esos movimientos son directamente promovidos desde los propios partidos. Sin embargo, los culpables de esta situación no son los partidos, cuyo comportamiento natural es el descrito, somos los ciudadanos, que nos dejamos subir a las barbas o que, simplemente, optamos por la comodidad de que sean otros los que tomen las decisiones por nosotros.
Una vez hecho este preámbulo, déjenme que les cuente un cuento. En el pequeño pero fogoso Club de Lectura de Muchedumbres, tiempo ha, se produjo una extraña coalición de intereses. Dos personas de ideologías políticas supuestamente contraria se aliaron en pos de un objetivo común, cual era dirigir los destinos del club. A muchos socios les pareció normal, al fin y al cabo Muchedumbres y su Club de Lectura quedaban demasiado lejos de cualquier centro de poder y no tenía mucho sentido el enfrentamiento allí. Gobernaron juntos durante largos años los designios del club, tiempo durante el cual controlaron con férrea mano los movimientos de la escasa y desparramada oposición que, a su vez, quería influir sobre los textos que se leerían en el seno del club, introduciendo nuevos autores y estilos.
Sin embargo, un día ambos colaboradores se pelearon. El segundo quiso convertirse en el primero, y el primero no quiso dejarle paso. El uno llamó traidor al otro y el otro llamó mentiroso al uno. La directiva del club saltó por los aires y se comenzó una enconada lucha por la dirección de la asociación cultural. Entonces, la antigua oposición se sumó en bloque a las huestes del que quería ascender, pero lo curioso es que no había ningún debate, los candidatos a la presidencia del club no pedían el voto para defender un determinado proyecto, sino que pedían la adhesión personal, generando un ambiente agrio entre el conjunto de los socios.
Así las cosas, los partidos políticos de Muchedumbres miraron hacia el Club de Lectura y tal vez pensaron que controlándolo podrían lograr algún tipo de influencia ideológica a través de la recomendación de determinados textos. O simplemente pensaron en las posibilidades de ampliar sus redes clientelares. Y mostraron su apoyo abiertamente por uno u otro candidato. Ahora el enfrentamiento lo era por el poder, a la manera de Mario y Sila. Algunos socios del club no salían de su asombro. No se podían creer que nadie hablara de los libros, ni del programa de conferencias y actos. Nada. No se podían creer que quienes se quejaban amargamente por su ostracismo, cínicamente defendieran ahora a uno de los artífices de su desgracia.
Así, un espacio más de la sociedad civil, uno en el que descansaba la cultura del pueblo, quedó en manos de los partidos que poco a poco iban tomando el control de todo y de todos.

Comentarios

  1. Es triste comprobar como la defición del político como servidor público o buscador del bien común deja paso a la ambición y la necesidad de perpetuarse en el cargo a toda costa.

    La política acaba extendiéndose entonces como una mancha corrosiva que inutliza todo, que incapacita organismos y asociaciones, que antepone la anulación del contrario a la construcción de soluciones.

    Me ha gustado el artículo. Quizás un día, en ese muchedumbres incierto, los libros le ganen la partida a la política.

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  2. Dónde pone club de lectura, pon Universidad de Almería y tendrás la crónica de lo que está pasando...

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  3. Anónimo10:16 p. m.

    ...pues estaba claro que el Club de la Lectura era la Universidad... Lo que no tengo tan claro es que ya sea Club de la Lectura... mejor, Club Social y políticamente correcto.

    Me ha gustado y además es algo que creo que es cierto, ¿soluciones? Todos las sabemos, pero para ponerlas en práctica ¿hay que entrar en este juego y usar las mismas reglas?

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  4. No. Hay que romper el juego, hay que querer jugarlo con las reglas adecuadas. Pero es que en la Universidad también se crean redes clientelares, casi más que en los partidos, con lo que la entrada en acción de éstos se convierte en algo muy sencillo.

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