Aprendiendo a ser pobres

El Grupo Joly me ha pedido un artículo para su Anuario 2009. Eso es lo que me ha salido, no es que me guste demasiado, pero creo que se ajusta a lo que me han pedido. A ver que os parece:

Crisis, miedos y cambios en las pautas de consumo

Hay un sentimiento que se convierte en protagonista en todas las crisis: el miedo. Y, como sentimiento que es, en muchas ocasiones escapa a la racionalización, se niega a ella. El bulbo raquídeo lo va segregando y nuestros movimientos terminan por ser sus movimientos, a veces hasta puntos insospechados. Galbraith buscó en las burbujas especulativas del pasado elementos comunes que nos ayudaran a reconocerlas y combatirlas. Uno de ellos era el mecanismo de autoalimentación de las mismas, basado en una euforia desmedida; mecanismo que, una vez estallada la burbuja (todas terminan haciéndolo), se transforma en una espiral de desconfianza y pánico que precipita y multiplica el estallido y sus consecuencias.
A lo largo de todo 2009, España se ha visto atrapada en una recesión provocada por el ajuste del sector de la construcción y sus aledaños y por la denominada crisis financiera internacional. La metáfora de la tormenta perfecta apenas puede servir para describir la situación de nuestra economía a lo largo de estos meses. El PIB ha ido acumulando recortes y, lo que es peor, el número de parados ha ido creciendo de forma acelerada hasta casi rozar los 4 millones en el mes de noviembre. Así, el miedo al futuro, a lo desconocido, en España se ha materializado en un miedo mucho más corpóreo: el miedo al despido y al paro. El barómetro del CIS de diciembre no deja lugar a dudas: el paro es la principal preocupación de los españoles, alcanzando a un porcentaje del 79%, cuando justo 24 meses antes sólo preocupaba al 15,9%, situándose incluso por debajo del terrorismo.
Este particular “hombre del saco” de la economía española funciona como la humedad en los muros. Los va calando hasta que la mancha se extiende por toda la pared, debilitándola. Aunque, como es un miedo, y es en parte irracional, logra que muros que no están en contacto con el agua, terminen creyendo que si lo están. Me explico, un obrero de la construcción que siga en activo no sólo teme, sino que espera que de un momento a otro le den la carta de despido. Pero, como el miedo al paro cala, muchos funcionarios (a priori inmunes a las crisis) comienzan a pensar que a ellos también les puede pasar y terminan calcando los comportamientos del que se sabe pronto en el paro.
A lo largo y ancho de la escala social el miedo irracional va colándose por los resquicios que le deja la razón y todo el mundo, todo, se comporta como si el penúltimo sueldo fuera el último. Así, por ejemplo, la primera medida de la mayor parte de las familias es restringir el consumo, sobre todo aquel que tenga que ver con obligaciones de pago a largo plazo. Es decir, la compra de coches o de viviendas se restringe, o se elimina de los presupuestos ya que suelen ir acompañados de un crédito comercial o hipotecario. Las compraventas de viviendas llevan meses cayendo y las matriculaciones de vehículos solo han vuelto a tasas positivas gracias al programa 2000E del Gobierno. El resultado de este comportamiento es que el endeudamiento del sector privado se ha reducido a lo largo de 2009 y ha aumentado el volumen de los depósitos que los españoles mantenemos en las entidades financieras. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol.
Una de las novedades que la presente crisis está mostrándonos es la entrada del agroalimentario en el ciclo económico industrial. Jerónimo Molina lo explica a través de la política comercial de la Gran Distribución que, con el traslado de sus reducciones de precio en los lineales a los productores, está propiciando la delicada situación de la mayor parte de los agricultores. Sin dejar de ser cierto, el comportamiento de los consumidores también está provocando esta situación a través de dos importantes vías. La primera es que el cubo de la basura consume menos. Las compras de alimentación se realizan ahora de forma más ajustada, disminuyendo las posibles pérdidas por caducidad o por mal estado. La segunda es que hay productos (como los vinos, espumosos y licores) que reducen su consumo, al tiempo que en la mayor parte de los alimentos los precios unitarios se han visto reducidos por la política comercial de los distribuidores. Otro de los comportamientos novedosos es el impulso que han recibido los productos de marca de distribuidor (marcas blancas). Según la consultora Nielsen, en España la cuota de mercado de este tipo de marcas alcanzó en 2009 el 39%, aumentando 5 puntos porcentuales en sólo un año.
Dentro de las políticas de restricción del gasto familiar se encuentra el capítulo de bares y restaurantes, que ha sufrido un importante descenso en sus ventas (-14,7% en el acumulado hasta septiembre según el panel de consumo alimentario). No obstante, dentro de esta tendencia general, nuestras preferencias culinarias se han movido hacia las cadenas de comida rápida (y barata). Los McDonald´s se han convertido en uno de los principales vencedores de la crisis a costa de las cantinas y bares más tradicionales.
Otro de los capítulos de gasto que se modifican de manera importante es el de las vacaciones. Los españoles nos habíamos convertido en grandes viajeros, con una tasa de gasto en los destinos vacacionales relativamente elevada. Obviamente, una parte importante de las familias (sobre todo las más directamente afectadas por la lacra del paro) han debido olvidarse de las vacaciones, o se han tenido que conformar con regresar al viejo esquema del retorno al pueblo de origen de la familia. El resto, también ha cambiado sus hábitos. El viaje se ha reducido considerablemente, siendo sustituido por el disfrute del “ocio de proximidad”, y los destinos internacionales han dado paso nuevamente (ya ocurrió en la anterior crisis) a los nacionales, los cuales, además, han venido reduciendo sus precios de forma intensa a lo largo de los últimos meses.
A modo de resumen, la incertidumbre y el miedo al paro nos han cambiado: nos han hecho más sensibles al precio y a los atractivos de las marcas blancas; nos han obligado a disfrutar de nuestro hogar y de los recursos de ocio más cercanos al mismo, y nos han sacado de los bares y restaurantes, mientras intentamos reconstruir las finanzas familiares. En cierta forma, en 2009 hemos aprendido otra vez a ser pobres.

Comentarios

  1. Anónimo5:19 p. m.

    No es tanto que hayamos aprendido a ser pobres, más bien es que vivíamos como ricos sin serlo. De ahí que la expresión "nuevos ricos" tuviera éxito. No es lógico gastar todo lo que se gana, ni siquiera los ricos lo hacen. Tampoco era lógico que los restaurantes cerrasen los domingos, ahora vuelven a abrir y con menús más baratos.

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  2. Realmente, a veces las personas les cuesta adaptarse a su economía, y no por necesidad, más bien por cultura y así comienzan las pequeñas deudas que luego son más grandes y luego son crisis económicas mundiales y grandes depresiones.

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