Confianza y recortes fiscales

A pesar de las incertidumbres que se vislumbran en la economía española, podemos considerar al menos dos certidumbres. La primera es que el Gobierno ha pasado de una política keinesiana de expansión de la demanda agregada a través del gasto público, a otra más neoclásica de búsqueda del equilibrio fiscal, buscando la aquiescencia de los mercados financieros internacionales. La segunda es que estas medidas de recorte tendrán en el PIB, a corto plazo, un reflejo negativo. Al menos así es como piensan la mayor parte de los analistas, entre los que me incluyo.
La duda es, por tanto, si una vez descontados estos efectos, la economía será capaz de buscar una senda de crecimiento por si sola y si la confianza de los mercados se mantendrá para permitir la financiación necesaria. La sola disciplina fiscal no es argumento suficiente para el mercado, sobre todo en momentos como el actual, en el que las sobrerreacciones se han convertido en norma, más que en excepción. Hace unos días Barclays seguía insistiendo en la probabilidad de contagio griego hacia España o Portugal. Noticia que no parece favorecer la tranquilidad, a pesar de que las pruebas de estrés hayan puesto de relieve la fortaleza de la banca española. En escenarios como el actual los rumores negativos pueden tener mucha más influencia que las buenas noticias contrastadas.
De momento, el Banco de España acaba de anunciar que el PIB creció por segundo trimestre consecutivo, acelerándose una décima (0,2% intertrimestral). Y Trichet, en su comparecencia tras la reunión del BCE, ha comentado que el comportamiento de la economía europea ha sido mejor de lo esperado en el 2º trimestre y espera que el tercero también bata previsiones. Ojalá tenga razón, y ojalá los mercados se lo crean.

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