Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa

Mi historia personal con esta novela (que habré leído ya 2 ó 3 veces) comenzó en un lejano 1983, como recuerdo de un trabajo de literatura. Nos encomendaron leer y comentar una novela de alguno de los autores del boom. Yo, no pude elegir demasiado, me tropecé con  una selección de cuentos de Borges, editada por la editorial Cátedra (la mejor amiga de los comentaristas de textos), que se llamaba "Narraciones". Nunca agradeceré lo suficiente a D. Jesús que nos impusiera aquel trabajo.
Alguien leyó este Pantaleón y llegaba cada día a clase comentándonos lo que se estaba riendo. Para un adolescente de 15 años que estudiaba en un colegio de curas sólo para niños, el argumento no podía ser más excitante. Y encima era gracioso.
Creo que la primera lectura fue a través de la biblioteca publica. Más tarde, en una de esas colecciones que se inician en septiembre, dedicada por RBA a la narrativa actual, pude hacerme con mi ejemplar. Desde entonces se lo recomiendo encarecidamente a aquellos lectores a los que les asusta salirse de los Best Sellers.
El bueno de Pantaleón Pantoja, oficial de intendencia del ejército peruano, recibe su destino como recién ascendido capitán. Pero no es el que él hubiera soñado. Tendrá que desplazarse a Iquitos a montar un servicio volante de prostitutas para atender a los puestos y guarniciones de la Amazonía peruana, para evitar los desmanes que los soldados cometen en los pueblos en los días de libranza.
Con un carácter que roza la manía compulsiva, el capitán Pantoja tendrá que mezclarse con el mundo del sexo de alquiler al tiempo que deberá mantener en todo momento su condición de militar oculta. Tendrá que vivir una doble vida que tensionará su matrimonio y que provocará momentos verdaderamente delirantes en forma de informes y correspondencia militar.
Por el medio se mezclan un profeta apocalíptico que predica clavado en una cruz y que se pasea por los pueblos del Amazonas creando Arcas (Iglesias) para su nuevo culto; un periodista radiofónico que le intenta sobornar y un capellán castrense que no logra entender cómo su ejército ha llegado a tal punto de depravación.
Aparte de lo humorístico de la situación, la forma de narrar de Vargas Llosa en esta novela logra dotar al relato de un enorme dinamismo. Se mezclan los informes, las cartas, los diálogos, de manera que apenas hay espacios de narración lineal. Aunque podría parecer lioso, en cuanto logras entrar en el juego (siempre rápido), comprendes lo que está ocurriendo, si es presente o es pasado. Y, de paso, también logras entender a todos los personajes principales. Esta fue la primera novela de Vargas Llosa que leí y supongo que volveré a leerla, seguramente dentro de algunos años, en algún momento en el que sienta que tengo necesidad de disfrutar de un buen rato con buena literatura.

PD: Hay un par de películas basadas en la novela. No he visto ninguna, pero me están entrando ganas:
Enlace en IMDB.

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