Líderes, jefes y jefezuelos



Hace unos días mantenía una conversación en una conocida red social sobre si el líder se nace o se hace. Obviando el concepto deportivo, en el que el líder es el que va a la cabeza de la clasificación, en el ámbito social y empresarial los líderes no lo son por rango, sino por designación del resto del grupo.

Parece una simpleza. Sin embargo, muchos jefes se consideran líderes porque simplemente tienen mando. El mando es una categoría que se obtiene por delegación de otros que tienen más mando que tú o por la existencia de una razón de propiedad. Sin embargo, aún cuando este mando pueda conllevar la obediencia de los subordinados, no implica la consideración ni el respeto que se le tienen a un líder.

El líder puede no tener mando desde el punto de vista del organigrama organizacional, pero el resto de compañeros le obedecen. O buscan su aprobación. ¿Cómo se configura este respeto? No soy experto en la materia, ni pretendo serlo, voy a hablar desde la observación de la realidad y la experiencia. Los líderes que he conocido y reconocido han tenido siempre una mezcla de cualidades que van desde el conocimiento (bien sea general, bien sea concreto), la empatía y la autoexigencia. Decían los latinos que la mujer del César, además de serlo, debe parecerlo. No inspira ningún respeto el jefe que utiliza su cargo para establecer un halo de privilegios a su alrededor. O el que exige un compromiso que él no demuestra. O el que muestra un comportamiento despótico. O el que se contradice.  A ese tipo de jefes se les hace caso a regañadientes.

El líder tiene que explicar, tiene que convencer con sus actos y con sus palabras. El líder sabe reconocer sus errores y comprende los anhelos y necesidades de sus compañeros/seguidores/subordinados. En resumen, ser jefe no es lo mismo que ser un líder. Pero el líder es (aunque no lo sea formalmente) el verdadero jefe.

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