Los inmortales, de Manuel Vilas

El futuro es inmortal. Los hombres prolongarán sus vidas infinitamente. Y pensarán que cualquier tiempo pasado fue peor. Pero antes de la inmortalidad general hubo inmortales juguetones, apasionados, salvajes. Inmortales que podrían manchar el buen nombre de la humanidad y cuyo restos hay que eliminar.
Los inmortales, casi siempre de dos en dos se van juntando para esperar juntos la segunda venida del Arcángel San Gabriel (Arcan y no Gaby, que hubiera sido lo suyo): un extraterrestre, mensajero del amor y que viaja en su nave espacial a velocidades mayores a la de la luz, siempre limpiando el polvo estelar que se acumula.
Los inmortales entretienen la espera, convertidos en seres que se reencarnan y que viven de forma apasionada. Saavedra, Juan Pablo II, la madre Teresa, Van Gogh, Picasso, Virgilio o Lorca son algunos de los inmortales que habitan las páginas de esta historia que desbarra hasta el surrealismo más disparatado.
A veces me pregunto si en el fondo no soy un "bien queda" intelectual. Soy incapaz de juzgar en negativo casi nada. Reconozco que esta novela al principio no me gustó. No logró engancharme. Me parecía un blog más que una novela. Sin embargo, al final he terminado encontrándole el punto. Plagado de referencias al cine, a la literatura, a la música (la música es un protagonista más en esta novela –debería venderse con un CD de banda sonora–), termina creando con el lector una corriente de simpatía,  basado en los gustos comunes, y en los pasajes en los que la locura viaja pareja a la sátira. Los mejores momentos del libro son precisamente los más delirantes. Para mi gusto, el capítulo del coche fantástico es uno de los más logrados, con esa Mother T. enamorada de Ponti...
Cierto que no será una de mis favoritas, pero también lo es que me ha abierto el gusanillo de leer algo más de este autor, cuya búsqueda en Google me ha arrojado la dirección de su bitácora, ya fichada para ser debidamente seguida...


Comentarios

  1. En ocasiones los escritores tratan de poner a personas conocidas en fábulas, en ese momento uno pierde algo de interés en la historia que en ocasiones tratan de darle concepto de realidad.

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