Paraíso inhabitado, de Ana María Matute


Una narradora de raza, una escritora que ya no tiene nada que demostrar y una historia llena de dulzura.
A punto de comenzar la guerra civil una niña transita por una infancia solitaria e incomprendida hasta que conoce al que será su primer amor: un niño solitario como ella, rubio y exótico por su origen y por su familia.
Incomprendida en casa y en el colegio, Adri se encierra en un mundo imaginario en el que los armarios se convierten en rascacielos, la luz de los faroles es el mar por que el surca un barquito de papel, y hay unicornios que atraviesan por delante de las ventanas.
A medida que se suceden las páginas vemos cómo va cambiando la vida de nuestra protagonista, y cómo va creciendo, aunque lo sabemos más por la forma en la que le tratan los demás que por los cambios registrados en su propio comportamiento. Su madre es una mujer que esas que no demuestra su cariño y que se centra más en lo que debe ser, en las apariencias y en las relaciones sociales, pero que al mismo tiempo se enfrenta al fracaso de su matrimonio.
Este tránsito vital es el argumento del libro, que a veces se acerca a la poesía (sobre todo en los primeros capítulos) y luego se va haciendo castellano: seco y directo. No obstante, el recuerdo de la primera Adri sigue vivo a través de las páginas. Tal vez se note una cierta pérdida de ritmo narrativo hacia el final, pero con todo y con eso, es una novela que merece la pena: te toca el corazón y te acerca a tu propia infancia.

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