La columna del otro
25 años después de mi primera columna de opinión en un diario almeriense (fue en el Ideal), este pasado verano, el nuevo director de Diario de Almería, Iván Gómez me ha ofrecido un espacio en las páginas de este diario.
No hace demasiados años colaboré con el Grupo Joly en la elaboración de sus anuarios, especialmente durante la época en la que Francisco Ferraro lo coordinaba, por lo que, hasta cierto punto, es como volver a un sitio conocido y cómodo.
He llamado a esta columna (que será quincenal o mensual, no lo tengo claro) La columna del otro. La elección del título me llevó bastante tiempo y solo me decidí cuando me di cuenta de lo pomposos y egocéntricos que resultaban los seleccionados inicialmente (no los voy a poner, ahora me dan vergüenza). Pero sí que explicaré esta opción final que, en cierta forma, es un recordatorio de la futilidad de la vanidad (un memento mori). Como digo, comencé a escribir en los medios hace 25 años y hasta hace unos 4 me mantuve de una forma u otra en el candelero provincial (por mi trabajo en la Cámara de Comercio de Almería, primero, y luego en la Fundación Cajamar). Así, mi nombre era relativamente conocido en la provincia almeriense.
Pero, de un tiempo a esta parte, me ha surgido un supertocayo, otro David Uclés, más joven que yo y con mucho más talento, que ha saltado a la fama nacional (de momento, no descarto que trascienda este ámbito). Este David ha escrito una novela sobre la Guerra Civil que a mi personalmente me ha encantado. Se titula La península de las casas vacías y es una historia novelada de aquella terrible guerra y de toda la muerte que sembró tanto entre los «hunos» como entre los «hotros». Una belleza, a pesar de las toneladas de sangre que encierra entre sus páginas.
La cuestión es que cuando vino a firmar ejemplares a Almería hace unos meses, los medios se hicieron eco del acontecimiento y, de improviso, me vi teniendo que dar explicaciones a mis compañeros de trabajo sobre la existencia de ese otro David Uclés, más joven y mejor escritor que yo –también descubrí a una persona que había comprado mi libro, No más de 15, que no era ni amiga ni familia, a la que agradecí la compra y pedí perdón por su tiempo malgastado en mala literatura–. La cuestión es que, de pronto, me di cuenta de que mi nombre ya no era mi nombre y que yo había pasado a ser EL OTRO David Uclés.
De ahí viene el título de la columna. Obviamente, acepté la invitación de Iván de inmediato (poderosa diosa es la vanidad) y dediqué unas horas de finales de agosto a escribir unas reflexiones sobre la deriva simplista en la que, a mi modo de ver, ha entrado la sociedad (no solo la española), empujada por la emergencia de los populismos y el papanatismo rampante de las redes sociales. La titulé Elogio de la complejidad.
Espero que os guste, o que os interese, o que os impulse a llevarme la contraria...
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