Transparencia y comunicación

Dedicado a P.C. que escribe como si fuera libre. Aparecerá en La Voz de Almería, espero.

A veces uno hace cursos que cree meras excusas y que terminan siendo fuente de revelaciones filosóficas de hondo calado. Así, por ejemplo, hace ya 10 años asistí a un curso de doctorado sobre economía de la comunicación. El profesor era y es un encantador de serpientes y nos lanzó mensajes claros y poderosos. De todos, aún recuerdo cuatro con especial intensidad:
  • A veces, la no noticia tiene más valor que la noticia.
  • Las diferencias en los titulares de los distintos medios pueden tener origen en razones empresariales, financieras o, incluso, en fobias y filias de los editores y redactores.
  • Los periodistas terminan sintonizando su conciencia con el medio para el que trabajan.
  • Los paréntesis pueden ser terribles herramientas de venganza.
Desde entonces intento ponerme en situación antes de leer un diario, procurando descontar el sesgo ideológico, que es siempre una característica fácil de detectar a poco que uno insista en leerlo durante más de un día. Sin embargo, mi conocimiento de las interioridades de los medios es muy escasa y se me escapan con toda seguridad multitud de detalles que se corresponden con otro tipo de motivos. Pongamos un ejemplo: supongamos que el Banco Esperpento presenta sus resultados y emite una nota de prensa. Y, al día siguiente, el medio Especulativas titula “El Banco Esperpento obtiene un beneficio de 800 millones”; mientras el medio Varios Días abre con “Esperpento gana un 5% menos”. Las dos cosas pueden ser verdad pero es evidente que la impresión que se llevaría un lector inocente sería que ambos medios se contradicen. Posiblemente, lo que suceda es que el Varios Días no logró del banco ese préstamo que necesitaba para ampliar sus instalaciones o que Esperpento es uno de los principales accionistas de Especulativas. Pero eso no lo suele conocer el lector. Por eso, a veces, se puede dar el caso de que un medio apenas considere noticia lo que otro pone en primera (o que algún columnista de buena fe se crea que el medio es neutral y que es libre para escribir lo que quiera).
Uno, que es economista, cuando piensa en estas cosas, recuerda una de las condiciones de partida para el buen funcionamiento de los mercados: la transparencia, o la no existencia de información privilegiada. Lo ideal sería que todos los medios contaran quienes son sus accionistas, quiénes sus anunciantes principales, sus financiadores, sus preferencias políticas, las amistades y enemistades de los redactores y/o editores, sus planes de expansión a otros ámbitos de comunicación, etc.
Evidentemente, y volviendo a la economía, es como intentar calcular exactamente el volumen de actividad económica de un país, prácticamente imposible. Así que, como en economía, tendríamos que conformarnos con una medida aproximada: la lista de no-me-junto. Sería una mancheta semifija en el diario en la que aparecerían las personas y empresas más antipáticas para el medio. De esa manera, los lectores podríamos mejorar nuestra interpretación de los mensajes subliminales de los periódicos (y algunos columnistas de buena fe que se consideran libres podrían rechazar ofertas de colaboración envenenadas). Pero eso, probablemente, sea pedir demasiado.

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