Elegí un mal día para dejar de escribir

Hoy no era el día. Un correo de mi jefa pidiendo algo para ayer. Un correo de una colega queriendo cerrar temas. Un BEF por escribir, esbozado apenas en la cabeza. Una jornada para la semana que viene en mente. Hoy, repito, no era el día. Pero un correo de un amigo recibido la semana pasada no paraba de darme por saco en algún lugar del cerebro (posiblemente en la parte más primaria del mismo). El mensajito decía tal que así:


Pensamiento de Adrian Rogers (1931):
Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo.. 
El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona. 
Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso... mi querido amigo...
...es el fin de cualquier nación. 
“No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola”.
 ¿Parece que tiene sentido, verdad? Es lo bueno de enunciados así: son sencillos, aparentemente racionales y difícilmente discutibles. Justo a la manera de los que la gente de Intereconomía suele lanzar en sus emisiones de radio. El problema es que por muy verdad que sea una parte del mensaje, eso no significa que el texto completo también lo sea.
En nuestro caso, suponiendo que el tal Adrian Rogers haya dicho eso, nos encontramos con un primer problema. Si el Adrian de la cita es el que aparece en la Wikipedia, y suponiendo que no se trata de un artículo "retocado", nuestro amigo nació en ... 1931. Así que, o fue un genio muy precoz, o alguien ha metido la pata y no ha traducido el paréntesis completo (1931-2005).
Supongamos que se trata de lo segundo, así que pasemos a la cita en sí: "Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo". O sea, que si yo recibo, pongamos por caso, un kilo de tomates sin haberlo trabajado (es decir, sin pagarlos), algún otro habrá asumido el coste del mismo, bien en términos de trabajo no remunerado, bien en términos de un pago satisfecho sin contraprestación. Primera cuestión, no todo se centra en dinero, bienes y mercados. El ser humano se mueve no sólo por dinero, también está la vanitas, la vanidad, el aprecio social, o simplemente el compromiso moral (cosa que un predicador debiera tener claro). Es posible que quien me ha dado el kilo de tomates lo haya hecho porque me ha visto en estado de necesidad y por su gesto obtiene una recompensa moral (que no económica). Pero es que, incluso en el proceloso mundo del dinero, la frase podría ser igualmente falsa. ¿Por qué una sociedad avanzada suele tener un sistema de becas? ¿Es sólo por cuestiones morales o hay un interés económico por debajo? Yo estudié mis primeros años de carrera gracias a una beca que servía para mantenerme viviendo a 400 km de la casa familiar. Yo logré estudiar en unas condiciones más favorables (posiblemente no habría podido hacer una carrera tan distante de casa sin ella) y gracias a esos estudios pude acceder al mercado de trabajo en mejores condiciones. Ello me benefició a mi, por supuesto, pero también supuso que a lo largo del tiempo, mi contribución al sostenimiento del Estado vía impuestos haya sido mayor que en el caso de no haberlo tenido. Otro ejemplo histórico, EEUU "regaló" a los países europeos su Plan Marshall tras la Segunda Guerra Mundial pero, en realidad, significó el despegue de su industria en los mercados internacionales y la exportación de un sistema cultural y de forma de vida americanos al resto del mundo. Es decir, EEUU ganó con el regalo mucho más de lo que hubiera ganado de no hacerlo. O sea, que si introducimos la variable tiempo, es posible que los regalos, o los subsidios, o las ayudas económicas, terminen beneficiando económicamente al que las da. Por lo tanto, ese todo del que habla Rogers no es real.

"Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo..." Esta parte es más complicada. Porque si llegamos a la cifra de la mitad de la población, probablemente tengamos un problema serio. Lo que se describe aquí es un juego de suma cero, lo que ganan unos es lo que pierden otros. La imagen es pegadiza, pero no es real. La economía no suele ser un juego de suma cero, sino de suma positiva y hasta negativa (si tenemos en cuenta algunas de sus externalidades). Pero lo que se presupone por debajo es un sistema de incentivos ciegos. Estamos suponiendo un extremo en el que un porcentaje significativo de la población es mantenida por el resto. Para empezar, esto es bastante complicado, más que nada, porque a poco que la democracia funcione, los votantes echarían del poder a los gobernantes, si éstos no tomaran antes decisiones para modificar el sistema de incentivos económicos. Tampoco podemos ocultar que el consumidor parásito (el free-rider) ha existido siempre. Debemos asumir que siempre habrá una parte de la población que pretenderá aprovecharse de la situación y subvertir el espíritu de cualquier incentivo. Pero esa minoría es improbable que alcance nunca el 50%. Incluso, aunque los políticos llegasen a la estúpida conclusión de que se vive mejor en esas circunstancias, otra vez el sistema de incentivos morales seguiría funcionando y los abusones verían como el resto de la población afea sus costumbres. Si eso no pasara, posiblemente estaríamos viviendo en una sociedad secuestrada por la violencia (ejercida por el Estado o por una parte de la sociedad).
Y, finalmente "no se puede multiplicar la riqueza dividiéndola". Pues vaya, todo parece indicar que las sociedades en las que las diferencias de renta y riqueza son muy extremas avanzan menos que aquellas que mantienen unas diferencias menos acusadas. También hay que reconocer que las sociedades igualitarias tienen a ser menos dinámicas, ya que no se producen incentivos para que las personas con talento despunten y contribuyan al desarrollo conjunto de la sociedad.
En fin, que el tal Adrian Rogers estaba pelín equivocado y trasluce un sentimiento individualista extremo que no se corresponde con su condición de hombre de religión. Espero, no obstante,  que en sus enseñanzas religiosas fuera más acertado. Claro que también podría ser una cita apócrifa.

Comentarios

  1. Anónimo12:01 a. m.

    Buenas tardes Señor, soy de Argentina y mi jefe colgó en la vitrina del negocio el mismo pensamiento.Nunca estuve de acuerdo con el tal Rogers pero tampoco conozco mucho de economía y no tenía las herramientas para refutarlo con lo cuál encontré su blog y me tomé el atrevimiento de citarlo. Muchas gracias por compartir su pensamiento. Saludos

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