Una guerra mundial de andar por casa


Los historiadores y otros investigadores sociales y hasta biólogos, nos informan de que el ser humano se está haciendo cada vez más manso, es decir, menos violento (véase video más abajo). Esta es, sin duda una gran noticia, pues significa que al menos en el largo plazo las probabilidad de enfrentamientos entre nosotros irían reduciéndose. Pero eso es el largo plazo. Porque en los últimos días me ha dado por pensar que, tal vez, estamos ya inmersos en la tercera guerra mundial y no nos hemos percatado.



Antes de que comiencen a llamarme agorero o pesimista, vaya por delante que es muy posible que me encuentre afectado por determinadas circunstancias personales y por determinadas lecturas de corte catastrofista que he ido sucediendo en las últimas semanas. Hecha esta salvedad, continúo.

Desde esta misma bitácora he comentado en diversas ocasiones que una de las características definitorias del mundo actual es la del cambio constante y profundo. Un cambio que se visualiza perfectamente en las tecnologías pero que alcanza a la mayor parte de nuestros ámbitos vitales: las relaciones sociales, la alimentación, la forma de comunicarnos o, simplemente, la forma en la que hacemos negocios. Por tanto, sería muy pobre no pensar que estos cambios también han revolucionado la guerra. O sea, que lo que hasta ahora entendíamos por guerra a lo mejor ya no existe o tiende a minimizarse. Las democracias son muy reacias a ver bolsas negras desembarcando de aviones, por lo que estamos sustituyendo a los hombres por máquinas que ejecutan tareas de bombardeo quirúrgico o creando misiles capaces de alcanzar un objetivo con errores de unos pocos metros. De hecho, estos días la ONU ha comenzado a hablar sobre armas que puedan tomar la decisión de matar de manera autónoma (no llegarán a un acuerdo, todos preferimos que el riesgo lo corra una máquina antes que nuestro vecino). Si lo pensamos fríamente, los yihadistas están deslocalizando la guerra, nos la están acercando a nuestros barrios, a nuestros pacíficos Estados que matan a distancia porque sus ciudadanos no soportan la visión de la muerte. Están redibujando algunas de las fronteras que los europeos dibujamos en Asia y África y nos están sumiendo en una locura de coaliciones forzadas con viejos y no tan viejos enemigos (Irán, Cuba, …). Internet se ha convertido en un nuevo frente de batalla en el que se lucha, primero por atraer la atención y luego por atraer las voluntades. Y en el que también e organizan batallas contra servidores oficiales o de empresas. Tal vez no tengamos la sensación de guerra, pero hay muchos indicios de la misma.


El proyecto de EI

Por otro lado, se están acumulando tensiones que vistas individualmente pueden no significar un peligro, pero que vistas en conjunto describen un mundo al borde del abismo (suponiendo que la tesis inicial sea falsa o exagerada):


  • Los países occidentales se enfrentan a una era de crecimiento débil y elevado endeudamiento. Nuestras poblaciones envejecen, no aumentan por lo que ni los recursos humanos crecen ni tampoco lo hacen los consumidores. No, no vuelvo a Malthus simplemente. Por supuesto que la economía puede crecer con poblaciones estancadas. Incluso hay evidencias de que las poblaciones envejecidas tienen una mayor propensión al consumo (demanda agregada), pero coincidirán conmigo que es más difícil en estas condiciones que cuando las poblaciones tienen dinamismo, son jóvenes y crecen.
  • Respecto a lo del elevado endeudamiento, la herencia de la crisis de 2009 es unos países ricos muy endeudados y con una menor capacidad de devolución (por mor de ese crecimiento más débil a largo plazo). Además, los mecanismos que hemos puesto en marcha para la salida de la crisis han creado más deuda. En condiciones de poblaciones jóvenes y dinámicas y con una revolución tecnológica en ciernes era posible afrontar esos niveles de deuda. La situación hoy no está tan clara. Por otro lado, los mercados financieros están comenzando a demostrar un comportamiento muy extraño (o muy miedoso). No tiene mucho sentido que España emita deuda a tipos negativos ahora que debe significativamente más, por mucho que podamos exhibir una tasa trimestral del 0,8 %. Menos sentido aún tiene que se emita deuda a largo plazo también a tipos negativos. A lo mejor alguien me lo explica convincentemente en los comentarios, pero a mi me da la impresión de que en medio de verdaderos océanos de liquidez, las cartas náuticas tradicionales ya no sirven y que podríamos estar navegando por el fin del mundo sin percatarnos.
  • Las diferencias de renta en los países están acrecentándose. Las ganancias de la globalización no alcanzan a todos por igual y los contratos sociales que nos permitieron cerrar brillantemente el siglo XX se han desdibujado. Para un nuevo pobre español no es un consuelo que en China o en India haya más miembros de la clase media.
  • Nuestro modelo energético hace aguas. Dependemos del petróleo para mucho más que calentarnos y movernos. A pesar de los precios bajos actuales, motivados por un exceso de oferta (creo que en gran medida inducido para poner fin a la revolución del fracking), la cantidad de crudo utilizable tiende a ser cada vez menos. Esto sumará tensiones sociales, sobre todo en los países dependientes de las importaciones y en los que son exportadores pero comienzan a decaer en producción.
  • El cambio climático es una realidad (independientemente de que tenga su origen en el sapiens o no), y esta realidad está influyendo y va a influir cada vez más sobre los patrones climáticos locales. Nuevamente habrá ganadores y perdedores y de su distribución geográfica dependerá en buena medida que aumente la presión dentro de esta olla que es la humanidad.
  • Huntington no tenía razón. No estamos asistiendo a un choque de civilizaciones. No es el Islam contra la Cristiandad, es el enfrentamiento entre una visión del mundo ordenada y organizada, en el que el ser humano tiene pocos grados de libertad, pero que también vive dentro de unos límites estables y predecibles; y otra visión en la que la libertad individual y la incertidumbre son los motores de la historia. El terrorismo islámico es hoy un movimiento que mata más musulmanes que cristianos, quieren un mundo sujeto a leyes estrictas. Obviamente, sus leyes. Pero no es la única corriente ideológica que aboga por un mundo más estable y tranquilo (auge de los movimientos de extrema derecha y neofascistas en Europa).
  • Finalmente está la comida. La tierra y el agua se están convirtiendo en un recurso escaso de carácter estratégico, porque mientras que el mundo rico envejece, el emergente y el subdesarrollado aún no han completado sus transiciones demográficas y siguen en fases de crecimiento casi explosivo. El efecto neto es que el mundo sigue creciendo y que las demandas de alimentos también.

Todas estas presiones dibujan un panorama general no precisamente alhagüeño y precisan una gestión adecuada y muy delicada. Y todas tienen un elevado poder desestabilizador. También hay mecanismos que nos pueden ayudar a corregirlas. La cooperación internacional es el primero, pero no el único, también lo sería una mayor permeabilidad de las fronteras a los migrantes o una gobernanza económica más “inclusiva” en el sentido de Acemoglu y Robinson.

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