Finanzas y cooperativismo en Aguilar de Campoo

Hace unos meses prometí que comentaría más extensamente la charla que impartí en la Escuela de Economía Social de Aguilar de Campoo. Finalmente cumplo mi palabra, aunque en formato crónica, aprovechando así para cumplir con la petición que me ha realizado el editor de la Revista Navegando, de la Fundación Cajamar. Así que nadie se extrañe al ver mi nombre: no se trata de un exceso de ego, sino de una narración desde el punto de vista de un tercero.

El pasado mes de Julio tuvo lugar una nueva edición de la Escuela de Economía Social que en la forma de Curso de Verano organiza la Universidad de Valladolid. En esta edición la Fundación Cajamar tuvo el honor de ser invitada en la persona del director del Servicio de Estudios, David Uclés, quien presentó la ponencia “Las instituciones financieras de la economía social ante la crisis. En la primera parte de su presentación disertó sobre el origen y las características de la crisis actual que, según sus palabras se caracteriza por ser “global, intensa y asimétrica”. Las dos primeras características son bastante obvias. Por primera vez podemos hablar de una crisis verdaderamente global ya que sus efectos se han dejado sentir a lo largo y ancho de todo el globo. De hecho, el epicentro de la misma hay que buscarlo precisamente en el corazón del mundo económico, en los Estados Unidos y en su sistema financiero, que inventó la forma de transformar basura en activos mercantilizables. Ha sido también muy intensa, como se refleja en el importante retroceso del PB mundial en 2009. Y es también asimétrica, porque ha habido países que han sufrido menos que otros. Y, como novedad, en esta ocasión han sido los países desarrollados los que han sufrido con mayor énfasis el deterioro de la actividad, posiblemente también porque sus economías ya no tienen tanto margen de crecimiento y porque se han convertido en los grandes deudores mundiales, mientras que los emergentes se han dedicado a prestar el dinero para financiar su consumo. Por otro lado, Uclés señaló que las crisis periódicas de origen financiero no son, por desgracia, una novedad y que, además, no son tampoco demasiado originales, ya que en la mayor parte de ellas son perfectamente reconocibles algunos patrones de comportamiento y hasta algunas declaraciones. Galbraith y otros estudiosos de las crisis lo han venido dejando muy claro desde mediados del siglo pasado. En esta ocasión, además, la crisis nos ha enfrentado a algunos de los peores fantasmas de nuestro sistema económico, como son la laxa –cuando no directamente mala– regulación, la falta de ética y valores y la existencia de incentivos perversos que empujaban las burbujas llenándolas de aire. En la segunda parte de su charla, Uclés se refirió al papel central del sistema bancario en esta crisis. Por un lado, la espita de la misma estuvo situado en el sistema estadounidense y en sus tristemente famosas hipotecas subprime, pero del otro lado del charco se encontraban los compradores de aquellos productos. Así que en una primera oleada de la crisis, una parte importante de los grandes bancos tanto a un lado como al otro del Atlántico tuvieron que ser rescatados para evitar el colapso del sistema al completo. Lo que vino después fue el secado casi absoluto del crédito en los mercados internacionales. Los bancos españoles, que no habían sido compradores de títulos basura se vieron entonces arrastrados por el estallido de la burbuja inmobiliaria nacional en el peor momento de los posibles, arrastrando al conjunto de la economía nacional en una espiral de desconfianza y falta de crédito. Nuestros excesos inmobiliarios habían provocado un atracón de crédito en las empresas y las familias que disparó el gap entre los depósitos y los créditos concedidos por el sistema bancario. La digestión de este atracón está pasando por la práctica desaparición de las cajas de ahorro, por una nueva oleada de fusiones y adquisiciones y por una redefinición profunda del sistema bancario nacional. En este escenario es en el que las cooperativas de crédito se alzan con el protagonismo de la financiación social. Serán las únicas supervivientes. Sin embargo son demasiadas y, lo que es peor, demasiado pequeñas para poder competir en condiciones similares a los de la banca. No se trata sólo de economías de escala, sino también de acceso a la tecnología y de posibilidades de ofrecer servicios especializados a las empresas y familias. No obstante, estas características les han permitido capear en mejores condiciones a crisis ya que tenían menos capacidad para endeudarse y acudir a los mercados mayoristas y estaban mayoritariamente especializadas en el sector agro que se muestra menos dañado por los altibajos de la actividad económica. Finalmente Uclés señalaba que las cooperativas de crédito podrían estar en condiciones de llenar el hueco dejado por las cajas de ahorros, al estar bien enraizadas en sus territorios, aunque posiblemente deban ganar dimensión para garantizar su supervivencia a largo plazo.

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