Esperando a que escampe
Hace unos días escribí este artículo para el Anuario de la Asociación de la Prensa de Almería. No lo había colgado antes porque pensé que era un poco demasiado pesimista (sí, ya sé que no hace mucho escribía sobre los efectos contenidos de la crisis y su relativa corta duración). Pero los datos de hoy del paro y de matriculaciones de vehículos me han retrotraído a la primera frase de aquel artículo: todo es susceptible de empeorar. Y camino lleva.
Así que pego a continuación una dosis de pesimismo sobre la economía de Almería en los próximos meses (por cierto, el crecimiento del paro registrado ha sido enorme, y no hemos llegado a los que son los peores meses del año tradicionalmente: el verano).
Esperando que escampe el temporal.
Todo es susceptible de empeorar. Ya sé que no es éste un arranque esperanzador para un artículo sobre la economía de la provincia. Sin embargo, ésta es una de las principales enseñanzas de la actual crisis global de la economía. Lo que inicialmente parecía un problema circunscrito a sistema financiero estadounidense ha terminado contagiando a todos los países y a todos los sectores. Ya no se trata sólo de una crisis de confianza de los agentes. Estamos hablando de un retroceso de la demanda agregada global que se retroalimenta y que erosiona los pilares de todos los países. La construcción (que en España y Almería ha tenido un papel protagonista en los últimos años), la industria y, ahora, los servicios han ido sumándose al aquelarre de la destrucción de actividad y de empleos.
En realidad, en el trasfondo de esta situación, parece asomar una crisis de modelo. La globalización, la libre circulación de capitales y cada vez más bienes, así como la irrupción de las nuevas tecnologías de la información ha interconectado los mercados y las economías de una forma más profunda que en cualquier otro momento de la historia. Uno de los problemas de fondo es que una economía como la actual trasciende los estados nacionales, y no existen instrumentos de control que rijan su funcionamiento. Los países se han preocupado de crear unas reglas del juego para la economía dentro de sus fronteras. Los bloques económicos como la U.E. han creado reglas supranacionales, pero no aplicables fuera de su entorno. El resultado es que no se han construido diques de contención para la economía mundial. El resultado es que hay espacio para los arbitristas, no ya de precios, sino también de normativas y leyes.
Esta combinación de factores, unida a una liquidez sin medida en los mercados financieros, ha provocado que todos los agentes minimizasen su aversión al riesgo y que se minusvalorasen las probabilidades de negocio fallido. Los países ricos se creyeron más ricos y financiaron sus desvaríos recurriendo al crédito aportado por los países en vías de desarrollo, generando una enorme burbuja de expectativas que finalmente ha explotado.
Pero, ¿por qué todo esto que nos suena lejano ha impactado con tal virulencia en Almería? ¿Por qué nos ha convertido en la provincia española con mayor tasa de paro en marzo de 2009? La respuesta rápida es que Almería está en el mundo. De la misma manera que nos beneficiamos de manera diferencial del proceso de apertura comercial, ahora nos estamos viendo muy afectados por la reducción de la demanda global. Una respuesta más amplia debería llevarnos a cuestionarnos las razones últimas de tanto paro en Almería, analizando la composición de la población activa y su evolución. Pero eso es materia para otro artículo y en éste no vamos a tener espacio. Baste decir que hay elementos diferenciadores en la economía y la estructura demográfica provincial que aportan pistas del porqué de esta deriva del empleo.
Volviendo a la primera frase de este artículo, y sabiendo que las múltiples interconexiones creadas pueden seguir erosionando la salud económica del planeta, vamos a reflexionar sobre la situación de cada uno de nuestros principales sectores en la actual coyuntura.
Comenzaré con la construcción, que ha sido una de las grandes protagonistas de la economía provincial en los últimos años. Poco a poco desde 1997, y con mayor intensidad desde 2005, la construcción –o mejor dicho, la construcción de vivienda– comenzó a pesar más y más en el PIB y el empleo provincial, llegando hasta el 17% y el 20%, respectivamente. Este fuerte impulso tenía en su origen considerables factores favorecedores. Pero a lo largo del tiempo, estos factores de demanda objetivos fueron siendo superados por una “euforia irracional” que finalmente desembocó en un drástico parón de la actividad a lo largo de 2008. Este ajuste drástico ha coincidido en el tiempo con una crisis financiera internacional, con ramificaciones en todos los sectores. Esta suma de coyunturas desfavorables dificultará que el sector vuelva a arrojar datos positivos al menos en dos o tres años, si bien, la mayor actividad previsible para la obra civil suponemos que impactará positivamente, más en la facturación que en el empleo.
El sector turístico, por su parte, ha tenido su particular travesía del desierto durante los años excelsos de la construcción, lo que ha contribuido a que pasase desapercibido. Sin embargo, las empresas del sector en Almería han debido readaptarse a una nueva situación de mercado en el que las compañías low-cost han revolucionado el panorama. Así, Almería perdió los vuelos de uno de los principales turoperadores mundiales (aunque apenas fue noticia) y sus hoteles de playa debieron modificar sus estrategias y convertirse ellos también en hoteles de todo incluido, algo impensable una década atrás en la que se soñaba con mejorar la “calidad de los turistas” que nos visitaban. Sin embargo, otra vez la crisis internacional va a suponer una nueva vuelta de tuerca sobre el sector, ya que es un hecho que la demanda turística internacional va a verse fuertemente afectada por la contracción del consumo en la mayor parte de los países desarrollados. La alternativa, como durante la crisis de los 90, debería ser el mercado nacional, aunque éste va a estar considerablemente tocado por la propia crisis nacional y un consumo interno lastrado por el miedo al paro y por el endeudamiento arrastrado de los años de bonanza.
Otro sector fuertemente impactado por la situación de crisis está siendo el de la piedra natural. Nuevamente el deterioro de la demanda internacional está detrás de la negativa coyuntura, aunque también el ajuste de la construcción residencial ha impactado de lleno (como en el resto de las empresas de fabricación de materiales de construcción). Evidentemente, desde el ámbito del mercado nacional, las posibilidades no son demasiadas, al menos en lo que se refiere al subsector de materiales de construcción. Las vías de solución sólo pueden venir del lado de la demanda exterior (aunque ésta también está sufriendo los rigores de la crisis) y la opción por nuevos productos. El problema es que esta última línea requiere previamente de una inversión en desarrollo que actualmente tendrá serias dificultades de financiación.
Finalmente, la agricultura presenta un escenario menos pesimista. Las razones son variadas, pero baste apuntar que una de ellas es la situación de déficit alimentario mundial y la menor afectación de las compras de alimentos a la crisis. No obstante, las tendencias de fondo hacia la liberalización de los mercados han actuado sobre el sector y han posibilitado el nacimiento de nuevos competidores, muy agresivos en precio (merced a sus menores costes de producción), con los que ahora tenemos que enfrentarnos en los mercados. La situación, por tanto, es paradójica, ya que conviven una situación de demanda creciente con otra de mayor competencia. Por otro lado, la transformación del mercado habida en los últimos años, con un poder creciente de la gran distribución, favorece las presiones a la baja de los precios percibidos en origen, lo que castiga la rentabilidad de las explotaciones. Por tanto, aunque podemos afirmar que el sector agroalimentario no va a verse tan afectado como el resto, también podemos estar seguros de que necesitará profundas transformaciones para garantizar su rentabilidad futura. Para ello hay que activar la experiencia acumulada durante estos últimos años, tanto en España como en otros lugares del mundo, y aprovechar la ventaja comparativa que se pueda tener de cara a la obtención de financiación.
Terminando como comenzamos, todo es susceptible de empeorar, pero también es posible la mejora. En todos los sectores y en todos los mercados hay oportunidades y el tejido empresarial provincial ha dado muestras en el pasado de un dinamismo envidiable, que seguramente volverá a hacer acto de presencia a poco que escampe el temporal. Al mismo tiempo, hay que insistir en la necesidad de medidas que mejoren nuestra competitividad en el largo plazo (educación, infraestructuras, mejora de la eficiencia de la administración pública, etc.) y de otras que alivien la situación de familias y empresas en la actual coyuntura.
Así que pego a continuación una dosis de pesimismo sobre la economía de Almería en los próximos meses (por cierto, el crecimiento del paro registrado ha sido enorme, y no hemos llegado a los que son los peores meses del año tradicionalmente: el verano).
Esperando que escampe el temporal.
Todo es susceptible de empeorar. Ya sé que no es éste un arranque esperanzador para un artículo sobre la economía de la provincia. Sin embargo, ésta es una de las principales enseñanzas de la actual crisis global de la economía. Lo que inicialmente parecía un problema circunscrito a sistema financiero estadounidense ha terminado contagiando a todos los países y a todos los sectores. Ya no se trata sólo de una crisis de confianza de los agentes. Estamos hablando de un retroceso de la demanda agregada global que se retroalimenta y que erosiona los pilares de todos los países. La construcción (que en España y Almería ha tenido un papel protagonista en los últimos años), la industria y, ahora, los servicios han ido sumándose al aquelarre de la destrucción de actividad y de empleos.
En realidad, en el trasfondo de esta situación, parece asomar una crisis de modelo. La globalización, la libre circulación de capitales y cada vez más bienes, así como la irrupción de las nuevas tecnologías de la información ha interconectado los mercados y las economías de una forma más profunda que en cualquier otro momento de la historia. Uno de los problemas de fondo es que una economía como la actual trasciende los estados nacionales, y no existen instrumentos de control que rijan su funcionamiento. Los países se han preocupado de crear unas reglas del juego para la economía dentro de sus fronteras. Los bloques económicos como la U.E. han creado reglas supranacionales, pero no aplicables fuera de su entorno. El resultado es que no se han construido diques de contención para la economía mundial. El resultado es que hay espacio para los arbitristas, no ya de precios, sino también de normativas y leyes.
Esta combinación de factores, unida a una liquidez sin medida en los mercados financieros, ha provocado que todos los agentes minimizasen su aversión al riesgo y que se minusvalorasen las probabilidades de negocio fallido. Los países ricos se creyeron más ricos y financiaron sus desvaríos recurriendo al crédito aportado por los países en vías de desarrollo, generando una enorme burbuja de expectativas que finalmente ha explotado.
Pero, ¿por qué todo esto que nos suena lejano ha impactado con tal virulencia en Almería? ¿Por qué nos ha convertido en la provincia española con mayor tasa de paro en marzo de 2009? La respuesta rápida es que Almería está en el mundo. De la misma manera que nos beneficiamos de manera diferencial del proceso de apertura comercial, ahora nos estamos viendo muy afectados por la reducción de la demanda global. Una respuesta más amplia debería llevarnos a cuestionarnos las razones últimas de tanto paro en Almería, analizando la composición de la población activa y su evolución. Pero eso es materia para otro artículo y en éste no vamos a tener espacio. Baste decir que hay elementos diferenciadores en la economía y la estructura demográfica provincial que aportan pistas del porqué de esta deriva del empleo.
Volviendo a la primera frase de este artículo, y sabiendo que las múltiples interconexiones creadas pueden seguir erosionando la salud económica del planeta, vamos a reflexionar sobre la situación de cada uno de nuestros principales sectores en la actual coyuntura.
Comenzaré con la construcción, que ha sido una de las grandes protagonistas de la economía provincial en los últimos años. Poco a poco desde 1997, y con mayor intensidad desde 2005, la construcción –o mejor dicho, la construcción de vivienda– comenzó a pesar más y más en el PIB y el empleo provincial, llegando hasta el 17% y el 20%, respectivamente. Este fuerte impulso tenía en su origen considerables factores favorecedores. Pero a lo largo del tiempo, estos factores de demanda objetivos fueron siendo superados por una “euforia irracional” que finalmente desembocó en un drástico parón de la actividad a lo largo de 2008. Este ajuste drástico ha coincidido en el tiempo con una crisis financiera internacional, con ramificaciones en todos los sectores. Esta suma de coyunturas desfavorables dificultará que el sector vuelva a arrojar datos positivos al menos en dos o tres años, si bien, la mayor actividad previsible para la obra civil suponemos que impactará positivamente, más en la facturación que en el empleo.
El sector turístico, por su parte, ha tenido su particular travesía del desierto durante los años excelsos de la construcción, lo que ha contribuido a que pasase desapercibido. Sin embargo, las empresas del sector en Almería han debido readaptarse a una nueva situación de mercado en el que las compañías low-cost han revolucionado el panorama. Así, Almería perdió los vuelos de uno de los principales turoperadores mundiales (aunque apenas fue noticia) y sus hoteles de playa debieron modificar sus estrategias y convertirse ellos también en hoteles de todo incluido, algo impensable una década atrás en la que se soñaba con mejorar la “calidad de los turistas” que nos visitaban. Sin embargo, otra vez la crisis internacional va a suponer una nueva vuelta de tuerca sobre el sector, ya que es un hecho que la demanda turística internacional va a verse fuertemente afectada por la contracción del consumo en la mayor parte de los países desarrollados. La alternativa, como durante la crisis de los 90, debería ser el mercado nacional, aunque éste va a estar considerablemente tocado por la propia crisis nacional y un consumo interno lastrado por el miedo al paro y por el endeudamiento arrastrado de los años de bonanza.
Otro sector fuertemente impactado por la situación de crisis está siendo el de la piedra natural. Nuevamente el deterioro de la demanda internacional está detrás de la negativa coyuntura, aunque también el ajuste de la construcción residencial ha impactado de lleno (como en el resto de las empresas de fabricación de materiales de construcción). Evidentemente, desde el ámbito del mercado nacional, las posibilidades no son demasiadas, al menos en lo que se refiere al subsector de materiales de construcción. Las vías de solución sólo pueden venir del lado de la demanda exterior (aunque ésta también está sufriendo los rigores de la crisis) y la opción por nuevos productos. El problema es que esta última línea requiere previamente de una inversión en desarrollo que actualmente tendrá serias dificultades de financiación.
Finalmente, la agricultura presenta un escenario menos pesimista. Las razones son variadas, pero baste apuntar que una de ellas es la situación de déficit alimentario mundial y la menor afectación de las compras de alimentos a la crisis. No obstante, las tendencias de fondo hacia la liberalización de los mercados han actuado sobre el sector y han posibilitado el nacimiento de nuevos competidores, muy agresivos en precio (merced a sus menores costes de producción), con los que ahora tenemos que enfrentarnos en los mercados. La situación, por tanto, es paradójica, ya que conviven una situación de demanda creciente con otra de mayor competencia. Por otro lado, la transformación del mercado habida en los últimos años, con un poder creciente de la gran distribución, favorece las presiones a la baja de los precios percibidos en origen, lo que castiga la rentabilidad de las explotaciones. Por tanto, aunque podemos afirmar que el sector agroalimentario no va a verse tan afectado como el resto, también podemos estar seguros de que necesitará profundas transformaciones para garantizar su rentabilidad futura. Para ello hay que activar la experiencia acumulada durante estos últimos años, tanto en España como en otros lugares del mundo, y aprovechar la ventaja comparativa que se pueda tener de cara a la obtención de financiación.
Terminando como comenzamos, todo es susceptible de empeorar, pero también es posible la mejora. En todos los sectores y en todos los mercados hay oportunidades y el tejido empresarial provincial ha dado muestras en el pasado de un dinamismo envidiable, que seguramente volverá a hacer acto de presencia a poco que escampe el temporal. Al mismo tiempo, hay que insistir en la necesidad de medidas que mejoren nuestra competitividad en el largo plazo (educación, infraestructuras, mejora de la eficiencia de la administración pública, etc.) y de otras que alivien la situación de familias y empresas en la actual coyuntura.
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