Energía, economía y cine apocalíptico

En los 70 el mundo se asustó ante la perspectiva de un petróleo caro o, peor aún, agotado. Son los años del Informe del Club de Roma (1972) o de las películas posapocalípticas como “Mad Max” (1979). La energía y la sombra de los recursos escasos se convirtieron en preocupaciones de primer orden para la economía mundial. La base económica de aquellos temores estaba en el poder de la OPEP sobre la oferta de crudo y la consiguiente repercusión en los precios internacionales.

Luego, con el paso de los años, el poder de la organización de productores fue menguando ante la aparición de nuevos proveedores y las políticas de ahorro, y las preocupaciones energéticas se fueron diluyendo mientras el precio del petróleo se movía en unos niveles bastante estables. Así las cosas, el cine cambió sus argumentos y buscó otros motivos para el fin del mundo: un asteroide gigante, volcanes, enfermedades contagiosas y, en una huida de la realidad sin precedentes, el ataque de los zombis.

Solo el cambio climático volvió a poner a la energía en el primer plano de las catástrofes planetarias (“El día de mañana”, 2004). Sin embargo, el problema no era tanto el virtual agotamiento de los recursos fósiles, como el efecto que la combustión de estos generaba sobre la concentración de gases de efecto invernadero y el consiguiente calentamiento global. La economía le dedicó también su atención al tema, y durante muchos meses se discutió en torno y sobre el “Informe Stern” (2006). Este hablaba de costes, de inversiones necesarias y de políticas de mitigación.



Pero la Gran Recesión cambió el mundo. Los problemas energéticos pasaron a un segundo plano. Incluso el cambio climático. El quid de la cuestión ahora era el colapso del sistema financiero mundial, una de las piezas básicas para buena marcha de la globalización. La economía se enfocó entonces en la necesidad de sacar a los países de la crisis y, en un momento más reciente, en los problemas de desigualdad la cual se ha visto impulsada en los últimos años. En los Estados Unidos, además, estaban viviendo la revolución de la fracturación hidráulica (fracking) que les acercaba año tras año a la independencia energética y que contribuía de forma destacada a su salida de la crisis (se calcula que en 2012 se crearon gracias a los hidrocarburos no convencionales extraídos a través de la fractura hidráulica 2,1 millones de empleos y aportó 283.000 millones US$ a su economía). Un panorama que podía influir de manera decisiva en la delicada situación del Oriente Medio, nadie podría escribir el guión de un remake de “Tres reyes", 1999. En parte, esta revolución ha estado engrasada por unos tipos de interés muy bajos provocados por la política monetaria ultraexpansiva de la Fed.

http://naturalgasnow.org/shale-101-evidence-power-shale/


Lo que no entraba en la ecuación es que viéramos una reducción de los precios del petróleo tan intensa como la actual. El barril se ha situado en el entorno de los 60 dólares, poniendo contra las cuerdas a algunas economías exportadoras, como Rusia, Venezuela o Brasil. El movimiento parece provenir de Arabia Saudí, uno de los países con mayores reservas naturales comprobadas de oro negro, y que también posee unos costes de extracción más contenidos. En el corto plazo todo parece indicar que se trata de un movimiento para eliminar competidores de costes más elevados o, por lo menos, ponerlos en dificultades. Sin embargo, este movimiento también puede terminar afectando a la potencia americana, ya que una de las bases de la explosión fraking eran los elevados precios del crudo. No se trata de una tecnología precisamente barata, por lo que la repercusión de los costes (por muy bajos que sean los financieros) puede hacer que muchas de las empresas de extracción se sitúen en pérdidas, ya que lo lógico es que los importadores estadounidenses aprovechen la coyuntura para obtener beneficios con un petróleo comprado a bajo precio.

http://pictorial-guide-to-energy.blogspot.com.es/p/list-of-charts.html

Si esta situación de precios se prolonga lo suficiente tendremos problemas de inestabilidad en África, Latinoamérica, Oriente Medio y hasta en Estados Unidos. Un escenario nada edificante y con suficientes claroscuros como para inspirar una nueva superproducción de Hollywood que nos ponga los pelos de punta: la hecatombe de la energía barata.

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