Geopolítica alimentaria

Aunque la pandemia y el creciente enfrentamiento entre Estados Unidos y China ya lo adelantaban, el día que Rusia invadió Ucrania seguramente se puso fin a esta última oleada de globalización. Como en 1914, los cañones silenciaron a los comerciantes. La expulsión de Rusia del sistema económico occidental, de momento incompleta porque en Europa no podemos dejar de consumir su petróleo y su gas, y el equívoco papel de China en esta crisis van a provocar a buen seguro que muchas inversiones empresariales se replanteen y se relocalicen y que, ya está pasando, muchos flujos comerciales se desvíen o directamente, se interrumpan.

Como en 1914, los cañones silenciaron a los comerciantes


A diferencia de lo que sucedía a comienzos del siglo XX esta última oleada de globalización ha llegado realmente a casi todo el planeta. La combinación de tecnología, comercio y confianza había tejido una especie de manto de ubicuidad para los negocios. Un manto que ahora ha sido rasgado y que ha puesto de manifiesto alguna de las debilidades del sistema.

Asimov ya lo predijo

Si me permiten el símil, ha sucedido algo parecido a lo que cuenta Asimov en sus novelas de La Fundación. Todo va bien hasta que hay alguien con unos poderes diferentes a los del resto que hace que los modelos de predicción comiencen a fallar. En la realidad, el papel de El Mulo lo ha protagonizado Vladimir Putin, pero podría haber sido cualquier otro autócrata con el suficiente poder militar o económico.




En una situación como esta, muchas de las ventajas de la globalización se convierten en serios inconvenientes. Tanto Ucrania como Rusia juegan un papel fundamental en la producción de cereales a nivel mundial, particularmente trigo y maíz, pero también son relevantes en otros mercados como el energético, el de los fertilizantes, el del aceite de girasol, el del níquel o el de las arcillas para la industria cerámica. Todas materias primas básicas para el sistema económico mundial. Además, ambos países prohibieron las exportaciones de muchos de estos recursos para no desabastecer los mercados internos y castigar a los enemigos exteriores.

Shock de costes e inflación


Casi inmediatamente que comenzó la invasión, los precios de los cereales y materias primas energéticas sufrieron un repunte importante –sobre unos precios que ya resultaban elevados a consecuencia de los desajustes entre oferta y demanda generados a la salida de los confinamientos–. Para los países que son importadores netos de carburantes, petróleo y cereales, como el nuestro, estas subidas se reflejan con la misma prontitud en términos de inflación. También complican la vida a las explotaciones agrarias ya sea porque el coste de los fertilizantes o de los piensos se ha disparado, ya sea porque no logran trasladar aguas abajo de la cadena el incremento de sus costes y ven mermar sus beneficios. O desaparecer.

Pero en otros lugares, el encarecimiento mundial de los alimentos, entre un 18 y un 24 % interanual en febrero, significa más hambre. La FAO advierte de este riesgo cierto si la situación se sigue prolongando. Sobre todo, porque venimos de una coyuntura de debilidad tras la pandemia y porque los precios vienen creciendo desde mediados de 2020.

La globalización solo se puede mantener en situación de paz y estabilidad pero esta es muy incierta cuando las autocracias alcanzan un papel nodal en el sistema


Tal vez lo que nos está enseñando esta endiablada situación geopolítica es que la globalización solo se puede mantener en situación de paz y estabilidad y que esta es muy incierta cuando las autocracias alcanzan un papel nodal en el sistema.

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