La redención del ferrocarril en Almería
Este texto ha sido preparado (y refrito) para la Revista de la Asociación de Amigos del Ferrocarril del Almería (ASAFAL) y, sí, tiene que ver con el soterramiento, pero sobretodo con el puerto y la intermodalidad del Libro Blanco del Transporte.
La actual situación del transporte ferroviario en la provincia queda reflejada en el tiempo que invierte el TALGO en llegar a Madrid: siete horas, si no median retrasos. Es decir, más que en coche.
En los últimos años, el deterioro del servicio ha sido patente: se han eliminado conexiones (como la nocturna), no se ha invertido suficiente en la mejora del material y, en consecuencia, el número de viajeros ha descendido. Por otra parte, el cierre de las minas de Alquife dio al traste con el principal tráfico de mercancías que se llevaba a cabo. Solamente en fechas muy recientes, éste ha vuelto a registrar incrementos importantes, aunque nuevamente motivado por la actividad de una sola empresa: Holcin, dedicada a la producción de cemento.
El lento pero inexorable declive de este medio de transporte tiene actualmente una oportunidad histórica de verse detenido. Por un lado, está el proyecto de conectar por línea de Alta Velocidad Almería con Murcia, infraestructura que se encuentra actualmente en fase de licitación en algunos de sus tramos después de superada la fase de proyectos. Por otro lado, el abordaje por parte del Ministerio de Fomento del proyecto de soterramiento de las vías del tren a su paso por la ciudad daría la oportunidad de reconectarlo al puerto, generando sinergias para ambos modos de transporte. Finalmente, la electrificación total del tramo a Granada y su conversión a la Alta Velocidad daría la oportunidad de disponer de un medio rápido alternativo a la carretera para conectar la capital y la provincia con Sevilla y el occidente andaluz, principalmente Huelva que, por la naturaleza de su estructura económica, es un mercado prioritario de las empresas almerienses.
Sin embargo, nos queda la duda de la voluntad política para enfrentar dichos proyectos y la no menos importante de la posibilidad del transporte de mercancías. La conexión con Murcia no parece a priori capaz de dar cabida a mercancía pesada, por lo que el eje granadino se configuraba como la ruta ferroviaria alternativa para este tipo de tráficos, de forma que el proyecto de AVE a Sevilla debería tener en cuenta esta limitación.
Retomando la cuestión del soterramiento, cabe decir que éste tiene un objetivo y dos motivaciones contundentes para su puesta en marcha. El objetivo principal que se suele poner de manifiesto por nuestros políticos es la eliminación de una barrera en la ciudad, una barrera física que divide a su paso en dos trozos la capital. Pero debajo de ese objetivo (soterrados, por tanto) hay dos motivaciones de muy alto calado. El primero es posibilitar la conexión con el puerto. Como ya se ha comentado más arriba el puerto se encuentra en un momento histórico, tras el desgaje de la Autoridad Portuaria de Motril, Almería tiene las manos libres para tomar decisiones estratégicas que garanticen el futuro de su puerto y de la actividad por éste generada. Así, en los últimos meses se ha abierto la oportunidad de convertirlo en un centro logístico de primer orden, una iniciativa que le podría devolver parte del protagonismo que alcanzó en la época califal. Pero esa iniciativa tiene un condicionante esencial: la conexión con el ferrocarril. Si ésta no existe no es posible el proyecto. La segunda motivación soterrada es la de mantener la estación en el centro de la ciudad, opción que aumenta de manera evidente la utilidad percibida y recibida por los viajeros del ferrocarril.
Si analizamos bajo este prisma las tres opciones ya clásicas que se plantean para solventar el paso del tren por la ciudad, sólo nos cabe concluir que la única que nos vale es la del soterramiento integral. A no ser que deseemos un puerto especializado en la operación Paso del Estrecho para los próximos 25 años y que no nos importe dejar pasar la oportunidad histórica de dejar de ser fin de trayecto y ser lugar de paso obligado. Desde luego, si yo fuera político en esta provincia no quisiera pasar a la historia como miembro de la “quinta del soterramiento fracasado”.
La actual situación del transporte ferroviario en la provincia queda reflejada en el tiempo que invierte el TALGO en llegar a Madrid: siete horas, si no median retrasos. Es decir, más que en coche.
En los últimos años, el deterioro del servicio ha sido patente: se han eliminado conexiones (como la nocturna), no se ha invertido suficiente en la mejora del material y, en consecuencia, el número de viajeros ha descendido. Por otra parte, el cierre de las minas de Alquife dio al traste con el principal tráfico de mercancías que se llevaba a cabo. Solamente en fechas muy recientes, éste ha vuelto a registrar incrementos importantes, aunque nuevamente motivado por la actividad de una sola empresa: Holcin, dedicada a la producción de cemento.
El lento pero inexorable declive de este medio de transporte tiene actualmente una oportunidad histórica de verse detenido. Por un lado, está el proyecto de conectar por línea de Alta Velocidad Almería con Murcia, infraestructura que se encuentra actualmente en fase de licitación en algunos de sus tramos después de superada la fase de proyectos. Por otro lado, el abordaje por parte del Ministerio de Fomento del proyecto de soterramiento de las vías del tren a su paso por la ciudad daría la oportunidad de reconectarlo al puerto, generando sinergias para ambos modos de transporte. Finalmente, la electrificación total del tramo a Granada y su conversión a la Alta Velocidad daría la oportunidad de disponer de un medio rápido alternativo a la carretera para conectar la capital y la provincia con Sevilla y el occidente andaluz, principalmente Huelva que, por la naturaleza de su estructura económica, es un mercado prioritario de las empresas almerienses.
Sin embargo, nos queda la duda de la voluntad política para enfrentar dichos proyectos y la no menos importante de la posibilidad del transporte de mercancías. La conexión con Murcia no parece a priori capaz de dar cabida a mercancía pesada, por lo que el eje granadino se configuraba como la ruta ferroviaria alternativa para este tipo de tráficos, de forma que el proyecto de AVE a Sevilla debería tener en cuenta esta limitación.
Retomando la cuestión del soterramiento, cabe decir que éste tiene un objetivo y dos motivaciones contundentes para su puesta en marcha. El objetivo principal que se suele poner de manifiesto por nuestros políticos es la eliminación de una barrera en la ciudad, una barrera física que divide a su paso en dos trozos la capital. Pero debajo de ese objetivo (soterrados, por tanto) hay dos motivaciones de muy alto calado. El primero es posibilitar la conexión con el puerto. Como ya se ha comentado más arriba el puerto se encuentra en un momento histórico, tras el desgaje de la Autoridad Portuaria de Motril, Almería tiene las manos libres para tomar decisiones estratégicas que garanticen el futuro de su puerto y de la actividad por éste generada. Así, en los últimos meses se ha abierto la oportunidad de convertirlo en un centro logístico de primer orden, una iniciativa que le podría devolver parte del protagonismo que alcanzó en la época califal. Pero esa iniciativa tiene un condicionante esencial: la conexión con el ferrocarril. Si ésta no existe no es posible el proyecto. La segunda motivación soterrada es la de mantener la estación en el centro de la ciudad, opción que aumenta de manera evidente la utilidad percibida y recibida por los viajeros del ferrocarril.
Si analizamos bajo este prisma las tres opciones ya clásicas que se plantean para solventar el paso del tren por la ciudad, sólo nos cabe concluir que la única que nos vale es la del soterramiento integral. A no ser que deseemos un puerto especializado en la operación Paso del Estrecho para los próximos 25 años y que no nos importe dejar pasar la oportunidad histórica de dejar de ser fin de trayecto y ser lugar de paso obligado. Desde luego, si yo fuera político en esta provincia no quisiera pasar a la historia como miembro de la “quinta del soterramiento fracasado”.
Me autocomento, dada la tendencia del castellano (una de las lenguas españolas) a la economicidad, es posible que se terminasa llamando, simplemente, "la quinta del fracaso".
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