En el varadero
Ana esperaba en el varadero, acurrucada bajo el casco de un viejo velero de madera. Apoyaba su espalda en la orza mientras intentaba mantener la respiración bajo control para minimizar al máximo los posibles ruidos.
Le oía pasear entre los barcos, y se lo imaginaba moviendo la linterna de un lado a otro, buscándola. Su voz sonaba lejos. Eran palabras tranquilizadoras, dichas con una entonación dulce. Pero Ana ya sabía que eran nada más que una estratagema para hacerla salir de su escondrijo.
A ratos llegaba a su cubil el lejano destello de la linterna y, durante unos minutos llegó a pensar que podría escapar. Tenía pánico de que la encontrara, temía volver a tenerlo delante. Tenía miedo de su propio miedo, de la parálisis que éste siempre le provocaba. De hecho, la huída del barco habia sido el único acto de valor del que había sido capaz en los últimos 10 años de convivencia con Luis y sus demonios.
Ahora la voz sonaba más cercana. La respiración se le aceleró y comenzó a llorar. Una rata a su lado apuraba los últimos restos de un bocadillo olvidado. La linterna se paró sobre ella y ésta huyó pasando sobre los pies de Ana, que no pudo reprimir un grito.
La luz apuntaba ahora a sus ojos. La parálisis había vuelto. Lo último que oyó antes de que un arpón de pesca submarina perforara su corazón fue: "puta".
Le oía pasear entre los barcos, y se lo imaginaba moviendo la linterna de un lado a otro, buscándola. Su voz sonaba lejos. Eran palabras tranquilizadoras, dichas con una entonación dulce. Pero Ana ya sabía que eran nada más que una estratagema para hacerla salir de su escondrijo.
A ratos llegaba a su cubil el lejano destello de la linterna y, durante unos minutos llegó a pensar que podría escapar. Tenía pánico de que la encontrara, temía volver a tenerlo delante. Tenía miedo de su propio miedo, de la parálisis que éste siempre le provocaba. De hecho, la huída del barco habia sido el único acto de valor del que había sido capaz en los últimos 10 años de convivencia con Luis y sus demonios.
Ahora la voz sonaba más cercana. La respiración se le aceleró y comenzó a llorar. Una rata a su lado apuraba los últimos restos de un bocadillo olvidado. La linterna se paró sobre ella y ésta huyó pasando sobre los pies de Ana, que no pudo reprimir un grito.
La luz apuntaba ahora a sus ojos. La parálisis había vuelto. Lo último que oyó antes de que un arpón de pesca submarina perforara su corazón fue: "puta".
(Escrito en algún momento de 2004)
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