¿Apagaría usted un fuego con más fuego? Lecciones para la crisis
Desde hace unos meses vengo notando en los medios una cierta tendencia de nuestros políticos a adoptar medidas de movilización del sector de la construcción de vivienda. Comprendo la tentación. Si uno se pregunta el porqué del rapidísimo crecimiento del desempleo en España, Andalucía o Almería tardará muy poco en deducir que el parón de la construcción residencial está detrás del rápido aumento del paro. Por tanto, si se volviera a poner en marcha este sector, las cifras de desempleo mejorarían de manera rápida.
Por otro lado, desde el sector constructor se está comunicando que hay un déficit de viviendas de VPO, tasado en 1.000.000 de viviendas. Si en lugar de dedicarse a la vivienda libre, el sector pudiera construir viviendas protegidas por el sector público, se podría solucionar el problema del paro de manera rápida, al mismo tiempo que volverían los ingresos al sector.
Uno y otro planteamiento olvidan lo primordial, y esto es que el principal problema de la economía española es el fuerte reajuste al que se ha visto abocado el sector de la construcción, acelerado y ampliado por los efectos de la crisis financiera internacional. Hemos edificado más viviendas que nuestros principales vecinos juntos (se calcula la actual sobreoferta en otro millón de viviendas): gran parte del sector ha actuado como si la demanda fuera infinita y la mayor parte de los consumidores hemos sido cómplices activos o complacientes del proceso de crecimiento de los precios de los pisos, que ha contribuido a la confusión de los agentes y, a la postre, a la hipertrofia del sector.
Por tanto, cualquier actuación que conduzca a un crecimiento del número de viviendas en el mercado no será nunca parte de la solución, sino un ahondamiento del problema.
Por otro lado, el supuesto déficit de VPO, en realidad no lo es. Simplemente es que un millón de (supuestos) compradores no puede acceder al mercado de la vivienda a los precios actuales. La solución del problema, por tanto es la reducción de los precios reales de la vivienda, hasta niveles que sean accesibles a los compradores, o bien que los compradores aumenten sus niveles de renta hasta poder acceder a la compra. Es evidente que es más fácil lo primero que lo segundo, y más rápido.
La sociedad española ha estado viviendo por encima de sus posibilidades, recurriendo a la financiación externa para ello (hasta alcanzar el 10% del PIB), y hemos de afrontarlo de la mejor manera posible. A corto plazo, necesitaremos que el sector público invierta en bienes públicos, que contribuyan a compensar el enfriamiento de la demanda privada y que a largo plazo supongan una mejora de las capacidades productivas del país. Pero al mismo tiempo, precisamos una mejora sustancial del nivel formativo de nuestro capital humano, nivel formativo que según las pruebas realizadas en Europa (informe PISA), es de los peores (item más en el caso de Andalucía). Esta es una medida que forzosamente tiene efectos a largo plazo, pero es condición indispensable para el desarrollo de una economía basada en el conocimiento y la tecnología, y no en la mano de obra barata o en sectores de escasa productividad.
Mientras tanto, a todos nos queda aprender una dura lección: el enriquecimiento rápido, como la razón, produce monstruos...
Por otro lado, desde el sector constructor se está comunicando que hay un déficit de viviendas de VPO, tasado en 1.000.000 de viviendas. Si en lugar de dedicarse a la vivienda libre, el sector pudiera construir viviendas protegidas por el sector público, se podría solucionar el problema del paro de manera rápida, al mismo tiempo que volverían los ingresos al sector.
Uno y otro planteamiento olvidan lo primordial, y esto es que el principal problema de la economía española es el fuerte reajuste al que se ha visto abocado el sector de la construcción, acelerado y ampliado por los efectos de la crisis financiera internacional. Hemos edificado más viviendas que nuestros principales vecinos juntos (se calcula la actual sobreoferta en otro millón de viviendas): gran parte del sector ha actuado como si la demanda fuera infinita y la mayor parte de los consumidores hemos sido cómplices activos o complacientes del proceso de crecimiento de los precios de los pisos, que ha contribuido a la confusión de los agentes y, a la postre, a la hipertrofia del sector.
Por tanto, cualquier actuación que conduzca a un crecimiento del número de viviendas en el mercado no será nunca parte de la solución, sino un ahondamiento del problema.
Por otro lado, el supuesto déficit de VPO, en realidad no lo es. Simplemente es que un millón de (supuestos) compradores no puede acceder al mercado de la vivienda a los precios actuales. La solución del problema, por tanto es la reducción de los precios reales de la vivienda, hasta niveles que sean accesibles a los compradores, o bien que los compradores aumenten sus niveles de renta hasta poder acceder a la compra. Es evidente que es más fácil lo primero que lo segundo, y más rápido.
La sociedad española ha estado viviendo por encima de sus posibilidades, recurriendo a la financiación externa para ello (hasta alcanzar el 10% del PIB), y hemos de afrontarlo de la mejor manera posible. A corto plazo, necesitaremos que el sector público invierta en bienes públicos, que contribuyan a compensar el enfriamiento de la demanda privada y que a largo plazo supongan una mejora de las capacidades productivas del país. Pero al mismo tiempo, precisamos una mejora sustancial del nivel formativo de nuestro capital humano, nivel formativo que según las pruebas realizadas en Europa (informe PISA), es de los peores (item más en el caso de Andalucía). Esta es una medida que forzosamente tiene efectos a largo plazo, pero es condición indispensable para el desarrollo de una economía basada en el conocimiento y la tecnología, y no en la mano de obra barata o en sectores de escasa productividad.
Mientras tanto, a todos nos queda aprender una dura lección: el enriquecimiento rápido, como la razón, produce monstruos...
Los que mantenemos este discuros en la provincia durante años hemos estado predicando en el desierto. Y además nos tildaban de tontos o, en el mejor de los casos, de ilusos.
ResponderEliminarLo peor es que ahora nadie parece reconocer la parte de responsabilidad que le corresponde. Más o menos la culpa siempre es de otro. Y todavía hay ayuntamientos pensando en PGOUM expansionistas. Un modelo que siempre fue malo, que ya se sabía que era malo, pero que ahora lo sabemos porque lo hemos vivido en nuestra piel. Pues no, todavía hay quien espera que volveremos a la situación de hace dos años como si no hubiera pasado nada. Y, digo yo, que algo sí ha pasado. Y que no sería ninguna tontería extraer alguna conclusión. Cada uno en el nivel de responsabilidad que le corresponda.
Es un defecto que tenemos los españoles, acentuado por supuesto en la casta política... ante los problemas antes de buscar soluciones buscamos culpables... y tu más... El pragmatismo hispano es como el colesterol malo, que atora las vías de respuesta rápida a las dificultades.
ResponderEliminarY centrándome en el problema de la vivienda quizás no viniese mal tomar como ejemplo modelos que funcionan relativamente bien (como el belga) y que permiten de forma asequible el acceso a una vivienda de calidad a un número mayor de ciudadanos.
En suma "menos samba e mais traballar"