La locura y la verdura


Artículo para la columna mensual de El Economista. Jobs, Alejandro Magno y Roig podrían tener algo en común...

El futuro es lo que los visionarios sueñan y los demás sólo gastan al convertirlo en pasado. El mundo avanza gracias a un pequeño grupo de personas geniales que se arriesgan a soñar con alternativas no convencionales y que las intentan llevar a cabo antes de que los demás siquiera hayan comenzado a sospechar que la imposibilidad no es absoluta. Hace unos días leía la biografía de Steve Jobs, el revolucionario (nunca mejor dicho) líder de Apple. Y me vino a la cabeza una posible comparación histórica. Este hombre tenía el mismo temperamento que Alejandro Magno. El macedonio pensó que era posible vencer al todopoderoso rey de Persia, y no sólo lo pensaba, sino que convenció a un grupo de hombres para llevar a cabo dicha aventura. Y lo hizo. Posiblemente estaba algo loco ya que tenía un ego tan grande que quiso inventarse como hijo de un Dios: Amón. Jobs tampoco era normal, antes de imaginar el Macintosh ya estaba fabulando con las posibilidades de las pantallas táctiles, y fue capaz de liderar a un grupo de seres brillantes en pos de una verdadera revolución de la informática. Y no se creía el hijo de un Dios, pero sí que estaba llamado a cambiar el mundo. Tanto Alejandro como Steve lograron sus objetivos, a pesar de ser hombres extraños, hombres que en ocasiones parecían cruzar la fina línea entre la cordura y la locura.
¿Y qué tiene esto que ver con la agricultura? Paciencia, enseguida uno los puntos. A principios de esta semana tuve la oportunidad de que los amigos de Mercadona me explicaran su modelo y la manera en que estaban intentando extenderlo a sus interproveedores. Ellos creen (y uso el verbo creer con total intencionalidad, porque lo que me encontré era una creencia tan poderosa como una religión) que el verdadero jefe es el consumidor, y dedican mucho tiempo y esfuerzo a identificar e interpretar los deseos de ese jefe. Luego hablan con sus interproveedores y juntos piensan la manera de satisfacerlos (al menos ese es el dogma). Ahora quieren llegar un paso más lejos y pretenden que los proveedores de los interproveedores también miren al jefe. Creo que le llaman el proyecto Girasoles. Es decir, en el caso de los productos agrarios, que los agricultores también terminen alineándose para mirar al sol-consumidor con el conjunto de los girasoles de la cadena. A priori y según les escuchaba imaginé que estaban locos, que no entendían la idiosincrasia de los agentes y, mucho menos, la de los agricultores hortofrutícolas, acostumbrados a jugar con los precios diarios, a maximizar su beneficio en golpes de 24 horas. O, al menos, de intentarlo. Pero al poco comencé a pensar que a lo mejor no era tan disparatado, sobre todo a partir de que conocí a su principal suministrador de frutas y hortalizas. Esta empresa no sólo tiene producción propia, sino que llega a acuerdos de campaña con agricultores, con los que programa su producción y a los que adoctrina en la religión de Mercadona del dios-jefe-consumidor.
Es posible que no estén tan locos; a lo mejor eso de que toda la cadena mire al consumidor no es un imposible, y que es factible que los agricultores lleguen a sacrificar su soberanía a la hora de definir las producciones a cambio de información sobre los cambios en los gustos de los consumidores y una estabilidad temporal de precios. A lo mejor, el atreverse a ponerlo en marcha es una manera de romper las inercias históricas del sector. No es sólo el grupo valenciano quien lo intenta, otros agentes menos relevantes del mercado nacional también están comenzando a buscar fórmulas parecidas. Esto está redibujando el mercado de productos primarios en España, dando lugar a un nuevo elemento que es productor y comercializador y que, de momento, impone sus criterios productivos a agricultores con los que firma contratos de suministro por campañas completas (nótese que estas empresas no son cooperativas agrarias en la mayoría de las veces, si no sociedades mercantiles).
A lo mejor es una opción apetecible para muchos en estos tiempos en los que la incertidumbre campa por doquier en el ámbito económico. A lo mejor el hombre que lleva las riendas de Mercadona es un nuevo Jobs dispuesto a inventar el futuro. O, a lo peor, tan sólo es un loco más…

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