Un proyecto de Estado

Hecho número 1: El futuro tiene la mala costumbre de no responder exactamente a nuestras expectativas. Cuando imaginamos que la clase media seguiría mejorando su situación año tras año y que cada vez habría menos pobres en los países desarrollados, esta crisis nos enfrenta a una verdad absolutamente demoledora: el campo de juego ha cambiado de escala, ahora es global y las medias, por tanto, se han reducido mucho. Nuestro marco de referencia ya no es Alemania, sino China. Y China es también el marco de referencia de Alemania. El mundo no sólo se ha globalizado, sino que se está "chinificando".
Hecho número 2: En el mundo global, el capital físico es fácilmente trasladable y reproducible; los mercados son especialmente eficientes en esto. Pero nuestro continuo desarrollo (piénsese en él como en un proceso acumulativo) requiere mayores dosis de ciencia e innovación. La única forma de mantener una cierta distancia con los países que vienen de abajo (China, India y compañía) es a través de una mejor disponibilidad de capital humano, que es el que desarrolla esos conocimientos y las técnicas y tecnologías para hacerlo aplicable en los procesos de creación de valor.
Hecho número 3: No sabemos de qué viviremos en el futuro. Tan sólo tenemos claro que los humanos seguirán teniendo necesidades biológicas, pero no sabemos en qué trabajaremos. Hace 40 años mis padres eran incapaces de imaginar que yo podría estar escribiendo estas líneas en una pequeña pantalla, y que esa pequeña pantalla sería una de mis principales herramientas de trabajo. Los ordenadores eran grandes y para comunicarse con ellos había que usar tarjetas perforadas. Lo que quiero decir es que el sentido de la innovación futura no es evidente en el presente y que, por tanto,el mix de conocimientos que se requerirá para desarrollarla y rentabilizarla es, en cierta medida, una incógnita.
Hecho número 4: En España las fuerzas centrífugas siempre están al acecho. Es curioso que, aún teniendo una de las historias comunes más largas de Occidente, parezcamos un país a medio terminar. Ahora bien, en algunas ocasiones hemos sido capaces de alinearnos todos en pos de un objetivo común. El último, la democracia. El anhelo común nos llevó a transitar por un proceso bastante pacífico, que desterró posiblemente para siempre el miedo a una asonada militar, y la vuelta a la dictadura.
Hecho número 5: Esta crisis está abriendo una enorme grieta entre una clase media que tiende a empobrecerse y una clase acomodada que utiliza sus capacidades para protegerse de la misma y para seguir mejorando sus posiciones. Esta situación, agravada por los recortes en servicios "reequilibrantes" está generando tensiones que, por un lado, están divorciando a la ciudadanía del sistema político y, por otro lado, están favoreciendo a las ya mencionadas fuerzas centrífugas.
Corolario. Necesitamos un nuevo proyecto común, un reto generacional que nos transmita un mensaje de optimismo y que nos permita transitar hacia el futuro con mejores expectativas. Si este mundo se encamina hacia la sociedad del conocimiento, si la renta de los países, y de las familias, se va a relacionar cada vez más directamente con el rol de los individuos en la cadena de valor de los bienes y servicios (considerando que el capitalismo o alguna mutación del mismo sigan marcando el ritmo económico); entonces la igualdad de oportunidades va a estar cada vez más relacionada la educación. Aquí seguramente sería fácil edificar un proyecto de Estado (en el sentido de que se podrían alcanzar acuerdos de largo plazo).
No se trata sólo de aumentar el presupuesto en educación (probablemente también), sino de definir un sistema educativo que prepare a las nuevas generaciones para enfrentarse a una sociedad mutante desde el punto de vista tecnológico. Debemos plantearnos el diseño de un sistema que garantice la igualdad de oportunidades, que nos permita identificar y alimentar el talento y promover la innovación. Necesitamos un diseño que huya de los dogmas (la realidad es flexible y cambiante), y que se adapte a las necesidades de la sociedad. Creo que la educación tiene todos los mimbres para constituirse en nuestro proyecto común: es por definición un proyecto de futuro, nos permitiría mejorar nuestra sociedad y nuestras posibilidades materiales, es una herramienta de articulación de la propia sociedad, y se constituye actualmente en una capacidad indispensable para la definición de la competitividad.
Epílogo. No negaré que las dificultades son enormes. Algunos de los principales desencuentros entre los partidos se producen precisamente en la educación. Sin embargo, si los ciudadanos-votantes lo convertimos en un tema central, será mucho más sencillo que encuentren puntos en común, ya que buscar una respuesta adecuada a este reto se puede acabar convirtiendo en una fuente de legitimidad para los propios partidos. 

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