Pequeño homenaje a Juan del Águila



Todos tenemos luces y sombras, la perfección absoluta es una asíntota de nuestra voluntad. Pero hay personas que pueden llegar al final de su vida con más luces que sombras en su haber.

Mi relación con Juan del Águila, don Juan para todos en Cajamar, es breve en el tiempo. Apenas una decena de años desde que la Fundación Cajamar me ofrece un proyecto que yo no podía rechazar. Desde entonces, nuestra relación se basó en conversaciones salteadas que pivotaban normalmente entre la historia (su pasión) y la economía (la mía) y en una larga serie de recomendaciones cruzadas de lectura.

Una relación que no da para un largo panegírico, que tal vez solo alcanza para unos comentarios breves; apenas una nota a pie de página en una larga biografía. El don Juan que yo conozco es un hombre curioso e inteligente, un hombre que respeta el conocimiento y lo acoge (¿que fueron si no Las Palmerillas o el Instituto Cajamar?). Pero también es un hombre práctico y pragmático, como tiene que serlo un financiero de su trayectoria. Y discreto, casi hasta la exageración (no se me olvida la forma en que se presentó la fusión con la Caja Rural de Málaga, a años luz de como se hizo en la capital de la costa del sol). Tras conocerle no resulta tan extraño explicar el éxito de aquella Caja Rural Provincial de Almería. Esfuerzo, discreción y una gran visión.

Voy a echar de menos las narraciones de batallas: el intento de toma de Cartagena de Indias por los británicos o las peripecias de los barcos de la Armada Invencible. Voy a echar de menos al hombre que me recomendó paciencia en un momento en el que a punto estuve de marcharme. Voy a echar de menos sus frases complejas y su humor socarrón. Voy a echarle de menos, sin más.

En algunas de las charlas que doy, sobre todo las que tienen que ver con cooperativismo, siempre aparece una frase suya que espero no olvidar nunca: “siempre estamos empezando”. Con esa actitud, los retos se convierten en parte de tu día a día y, más importante, te obligas a ser humilde, porque aún te queda mucho que hacer por delante. Creo que probablemente esta sea la mayor enseñanza que obtuve de él, y espero no olvidarla nunca porque, en el fondo, en esto de la vida, independientemente de nuestra edad, siempre estamos empezando.

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