La próxima guerra será la de las plataformas de streaming y la televisión será la primera víctima

Poco podían sospechar los inventores de Arpanet que su “juguete” iba a trastocar de forma tan profunda los pilares de nuestra economía y de nuestra sociedad. El desarrollo de esta tecnología y su expansión más allá del ámbito estrictamente militar han creado un nuevo terreno de juego en el que tanto las antiguas ideas como los antiguos sectores van cayendo uno tras otro, como piezas de un ajedrez en el que cada movimiento del contrario se cobra una pieza, independientemente de nuestros movimientos. Con la particularidad que el contrario, en cierta forma, somos también nosotros.

La próxima pieza en caer será la de la televisión. En realidad es posible que ya haya caído. Pregunte a su alrededor, a sus amigos, a sus familiares y vecinos. Pregúnteles si son usuarios de alguna plataforma de televisión. La gran mayoría lo son, y posiblemente de más de una,

Curiosamente, la televisión no se ha tenido que enfrentar al problema de los consumidores reacios a pasar del todo gratis al pago por visión: desde hacía años, diversas fórmulas de televisión de pago habían estado funcionando por lo que los consumidores han asumido con normalidad estos nuevos servicios de suscripción.

La fiebre de las series es un síntoma de un televidente que está modificando su consumo de televisión: cada vez más gente opta por ver lo que le apetece en el momento en el que le apetece. Con una oferta de plataformas variada, creciente y, de momento, barata, las televisiones generalistas van a tener a medio plazo un gran problema. En realidad, la mayor laguna que tienen estos sistemas de cara al consumidor es la falta de contenidos informativos periódicos y adaptados a las preferencias locales, pero es una oferta que antes o después aparecerá y, entonces, los atractivos de la tele en abierto y generalista se habrán visto reducidos a la mínima expresión. Obviamente, seguirá habiendo una amplia audiencia para esa tele vieja: los más analógicos (posiblemente, los más mayores), aquellos que no tengan capacidad de pago para acceder a una plataforma y los fans de determinados programas que no den el salto al nuevo modelo. A las viejas empresas de televisión, además, cada vez les será más complicado vender sus espacios de publicidad poco segmentados y demasiado opacos de cara a los anunciantes, frente a una audiencia hipersegmentada por diversos perfiles que van desde la edad y el sexo a cuestiones más sutiles como la sensibilidad política, las preocupaciones o hasta el “gusto” televisivo.

La venidera guerra de las plataformas va a acelerar este cambio en el comportamiento de los televidentes. A los agentes de más antigüedad como Netflix, HBO o YouTube, se les están sumando las ofertas de nuevas plataformas ligadas a los gigantes de Internet (Amazon Vídeo o AppleTV) o a los gigantes del entretenimiento tradicional (Disney). Y, por supuesto, la reacción de las viejas televisiones y sus apps de contenidos y la apuesta de algunas operadoras (Movistar). En conclusíón, a un mercado tradicional posiblemente ya saturado y que no fue capaz de proporcionar beneficios para 6 canales en abierto de índole nacional (recuérdese el reordenamiento del sector televisivo privado y el cierre de alguna televisión pública), se le va a sumar la oferta del nuevo mercado digital en el que al menos habrá (en el caso español) 10 agentes compitiendo por la misma tarta.

Foto: pxhere.com


En un comienzo, la competencia y el interés por captar suscriptores generará un elevado número de usuarios multiplataforma. Pero en la medida que estas vayan subiendo sus tarifas, este tipo de televidentes se irá reduciendo. Aunque es cierto que este servicio tiene características de bien público, desde el punto de vista de que su consumo es no rival, también lo es que los costes fijos son también muy elevados: derechos de emisión, costes de producción de los contenidos, infraestructura de servidores, alquiler de ancho de banda para el streaming. Por ello, no es fácil concebir un futuro en el que las suscripciones sigan por debajo de los 5 euros al mes, sin que se produzca ningún movimiento corporativo destinado a reducir la competencia. Como ya pasó en el mercado español, no es probable que dado el tamaño del mismo, todos esos agentes mencionados (la decena larga) vayan a ser capaces de ganar dinero aquí. Posiblemente, aquellas plataformas que tienen carácter global puedan jugar durante un periodo de tiempo mayor a perder dinero aquí con la esperanza de desgastar a los competidores. Pero lo más probable es que a medio plazo veamos compras y fusiones de plataformas para concentrar cuota de mercado y lograr unos beneficios que compensen el riesgo asumido por inversores y directivos. Porque en sociedades como la española, esperar que la demanda crezca no parece ser la opción más inteligente (demografía en decadencia y salarios reales a la baja).

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