Lo que el COVID-19 nos está enseñando sobre nuestro futuro
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Tercera semana de encierro. Los recién publicados datos del paro y la afiliación han confirmado lo que ya se veía venir. El coronavirus nos ha encerrado en casa al tiempo que ha frenado en seco nuestra economía. Una crisis que no se ha producido por razones económicas; aquí no hay un sobreendeudamiento de los agentes económicos, no hay burbuja alguna que haya estallado, ni hay un sistema financiero trasladando el riesgo en el espacio, ni ocultándolo en productos estructurados en los que no se sabe si el gato de Schrödinger está vivo o muerto.
Desgraciadamente, esta crisis tan extraordinaria ha llegado muy poco tiempo después de una de las más intensas de la historia. Y que tuvo unos costes sociales enormes en España. Muchos de los desequilibrios acumulados hasta 2008 se han corregido, como el endeudamiento excesivo de empresas y familias, o la sobrevaloración de los activos inmobiliarios; pero a muchas familias aún no habían llegado los buenos tiempos y se encontraban en una situación de extrema fragilidad y el Estado apenas había comenzado a bajar su abultado nivel de endeudamiento producido en la digestión de la Gran Recesión.
A este panorama hay que sumarle las tendencias de fondo que venían desde los años 90, con una digitalización creciente de las relaciones comerciales y laborales, y sus consecuencias sociales evidentes. Y una globalización que probablemente, cuando pase esta crisis, tomará mayor vuelo aún.
No me cabe la menor duda de que de esta crisis sanitaria primero, y económica después, saldremos, y lo haremos porque esta es una sociedad más comprometida y solidaria de lo que éramos conscientes. Lo haremos porque esta generación ya ha superado una crisis brutal como la de 2009 y sabemos qué es lo que viene ahora. Lo haremos porque muchos de los procesos que hasta ahora podían parecernos atemorizantes (como la propia digitalización) se nos han revelado muy útiles durante este encierro que llevamos, y el que aún nos quedará. Eso sí, nos llevará tiempo y esfuerzo. Espero que menos tiempo que la anterior, pero seguramente no menos esfuerzo.
Como digo, la crisis pasará, pero algunos de los elementos que están definiendo nuestro presente más actual, se quedarán con nosotros y serán la base de nuestro futuro:
- La nueva centralidad china. No es porque la pandemia naciera dentro de sus fronteras, posiblemente hubiera pasado lo mismo si se hubiera iniciado en alguno de los países más desarrollados –aunque no deja de ser paradójico que la anterior pandemia de gripe española naciera en el poder emergente de aquel momento, Estados Unidos–. China ha logrado contener la epidemia en su territorio y ahora está gestionando su papel de fábrica del mundo de forma muy inteligente. Es posible que Trump tenga que transigir en algunas de sus peticiones comerciales para lograr que los chinos le vendan el material sanitario que precisa Estados Unidos. Y, mientras, han iniciado una campaña de imagen en el resto del mundo con donaciones de material y ofreciendo equipos médicos para ayudar en los focos más agudos del virus actualmente.
- La bendita digitalización. Una amenaza mayúscula para los neoluditas, pero que de no haber existido habría provocado una hecatombe aún mayor que la que tenemos. Solo imagínense en cuantos miles de trabajadores se habría incrementado el paro registrado de marzo, cuántos que hoy están teletrabajando se habrían sumado a los cientos de miles de los ERTE. Incluso, más allá, gracias a esa digitalización hemos podido movilizar recursos privados para producir equipamiento médico (viseras para pantallas, respiradores, etc.). en los hogares y empresas y poderlo poner a disposición de las autoridades. Tampoco hay que olvidar el papel protagonista que la tecnología digital y la aplicación del bigdata ha tenido en el éxito de algunos países a la hora de aplanar la curva de contagios, como la propia China o Corea del Sur. Y, por supuesto, su contribución a nuestro ocio: no habría podido Disney encontrar un momento más apropiado que este para lanzar su plataforma de televisión a demanda.
- La última oportunidad de Europa. Tras la salida del Reino Unido de la UE, esta es la mayor oportunidad de la que dispondrá la Unión para demostrar que fuera de sus fronteras se está peor. También es la oportunidad para reivindicarse socialmente, y recuperar el pulso de décadas pasadas. Obviamente, si la desaprovecha, si de esta crisis no logramos salir con una Europa más cohesionada, quedará herida de muerte, al menos para la presente generación.
- La necesidad de tener una ciencia de base bien consolidada, sobre todo en terrenos donde somos potencia, como sucede en la medicina, pero también en física, energía, materiales o genética. Aunque su poder destructivo sigue desarrollándose, hemos logrado en tiempo récord desentrañar su genoma, se ha averiguado la forma en la que ataca las células e incluso se ha hecho un seguimiento de sus mutaciones tras salir de China. Y ya hay varios equipos trabajando en una vacuna para que la próxima oleada del coronavirus nos pille inmunizados. La relevancia creciente de la ciencia en nuestro desarrollo está quedando claramente patente en esta crisis.
- La desinformación generalizada. Es el reverso tenebroso de esa gran fuerza que son las tecnologías de la información y la comunicación. La proliferación de bulos, noticias manipuladas y tergiversaciones está siendo tan intensa como la propia gravedad de la pandemia. Aunque esta epidemia de desinformación es también una clara oportunidad para la reconversión de los profesionales de la comunicación. Hacen falta medios con credibilidad, que pongan en alerta a los ciudadanos de las falsas noticias y que nos ayuden a separar el grano de la paja informativa.
- La importancia de los que normalmente no importan. Estamos descubriendo que las bases de la sociedad, los fundamentos que nos mantienen con vida, no son aquellas a las que les profesamos un mayor respeto. Agricultores, ganaderos, transportistas, tenderos, empleados de logística. Personas normalmente de salarios escuetos, pero de una importancia absoluta. Es posible y deseable que no olvidemos en el futuro las semanas que nos pasamos encerrados y las que tanto dependimos de ellos.
Cuando se levante el confinamiento, la sociedad que emerja de él será distinta. Creo que encerrados en nuestras casas no solo estamos luchando contra el coronavirus, estamos abandonando definitivamente el siglo XX.
Creo que esta pandemia va a hacer muchos cambios más en nuestras vidas.
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