Una ola emprendedora para ahogar a la epidemia

La prolongación del estado de pandemia, sea o no de alarma, está provocando grandes daños en la economía española. Los problemas iniciales de liquidez poco a poco se están transformando en problemas de mercado y, más allá, de solvencia. Los ERTE, que sirvieron para ralentizar el crecimiento de la tasa de paro ya no son tan útiles, porque los niveles de actividad no han regresado a los de finales de 2019 y no se espera que lo hagan hasta al menos 2022 o 2023 (y eso suponiendo que los planes de vacunación se cumplen y que seamos capaces de vencer al virus).


Panorama después de la batalla

El panorama después de la batalla de la COVID será el de una economía con un nivel de endeudamiento público sin precedentes en épocas cercanas (habría que remontarse a los tiempos de la pérdida de los últimos vestigios del imperio a finales del siglo XIX y comienzos del XX), con un paro que estará de nuevo cerca de los 4 millones de personas, un tejido productivo falto de oxígenoy una demanda nacional que se encontrará entre exhausta (la pública) y temerosa (la privada).

Evolución del número de parados en España
Fuente: INE


¿Qué alternativas tiene la economía española en un escenario como ese? La experiencia inmediatamente anterior, la de la crisis de 2009-2012, puede resultarnos útil para hacer una previsión. En aquel momento la respuesta de nuestra economía fue rápida: una parte de nuestra fuerza de trabajo se vio obligada a emigrar a los países vecinos en busca de las oportunidades laborales que en España se antojaban imposibles (llegamos a tener una tasa de paro nacional del 25 %); y otra parte se tuvo que reinventar y dio lugar a un estallido de emprendimiento con pocos precedentes en el pasado inmediato. Por otro lado, las familias y empresas se vieron sometidas a un acelerado proceso de desendeudamiento, al tiempo que el del sector público crecía.

En los próximos años la vía de la emigración quedará reducida a personal de alta cualificación, ya que los efectos de la pandemia están siendo globales y, particularmente graves en nuestro entorno europeo. El desendeudamiento privado será menos necesario, aunque sectores como el turismo y la hostelería tendrán que hacer frente a una delicada situación financiera. Por otro lado, el sector público carecerá de margen para seguir expandiendo el gasto. No es de esperar que la emisión de los eurobonos sea mucho más amplia ante las reticencias de parte de los socios.

Lo que nos queda no puede ser más evidente: u optamos por una oleada de dinamismo emprendedor endógeno (como plantea el economista Antón Costas en esta conferencia) o nos veremos abocados a una crisis tan intensa como la anterior. La historia reciente, afortunadamente, nos indica que, en circunstancias complicadas, el emprendimiento florece. No es casualidad que la tasa de emprendimiento bruto de España alcanzase su máximo precisamente en la anterior etapa de crisis.

Tasa bruta de emprendimiento en España
Fuente: GEM España, APS 2019

Hay que descontar que se producirá un aumento significativo del emprendimiento empresarial. Lo que no está tan claro es que esa oleada nos permita aumentar la productividad de nuestra economía. Para que eso suceda, las empresas que se creen en esta nueva oleada deben compartir, a nuestro modo de ver, una serie de características generales que apunten en dicha dirección:

  • Deben ser globales de partida, o tan locales que sea imposible una sustitución externa.
  • Deben incorporar la digitalización y sus herramientas a todos los niveles de la empresa que sea posible.
  • Deben apostar por la sostenibilidad, la ética y la honradez de cara a sus clientes.
  • Deben adoptar la innovación continua. Los cambios en el entorno son tan veloces actualmente que cualquier empresa que no lleve en su ADN está condenada a ser solo flor de un día.


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