Las quimeras de los hombres
Esta mañana me he econtrado con el siguiente artículo en The Economist (extraño lugar para un artículo como éste, por cierto). Partiendo del hecho de que la Oficina de Patentes de
Estados Unidos sólo aceptará patentes sobre máquinas de movimiento perpetuo si éstas vienen acompañadas de un prototipo, hace un recorrido por la historia de un sueño imposible (so pena de contravenir las leyes de la termodinámica), a medias entre la locura y la estafa.
Resulta inspirador comprobar cómo los seres humanos nos empeñamos en perseguir utopías de las más diversas índoles: el movimiento perpetuo, la transmutación en oro (o piedra filosofal) o, más recientemente, el petróleo eterno.
Me da la impresión de que en términos de especie actuamos como un martillo pilón. Uno tras otro nos vamos golpeando la cabeza contra el muro, un muro que termina la mayor parte de las veces rompiéndose (entonces a eso le llamamos avance científico). Sin embargo, otras veces, escogemos muros imposibles de derribar y, como un niño enrabietado, en lugar de olvidarlo, nos emperramos en seguir dando cabezazos una y otra vez, una y otra vez: como una máquina de movimiento perpetuo...
Estados Unidos sólo aceptará patentes sobre máquinas de movimiento perpetuo si éstas vienen acompañadas de un prototipo, hace un recorrido por la historia de un sueño imposible (so pena de contravenir las leyes de la termodinámica), a medias entre la locura y la estafa.
Resulta inspirador comprobar cómo los seres humanos nos empeñamos en perseguir utopías de las más diversas índoles: el movimiento perpetuo, la transmutación en oro (o piedra filosofal) o, más recientemente, el petróleo eterno.
Me da la impresión de que en términos de especie actuamos como un martillo pilón. Uno tras otro nos vamos golpeando la cabeza contra el muro, un muro que termina la mayor parte de las veces rompiéndose (entonces a eso le llamamos avance científico). Sin embargo, otras veces, escogemos muros imposibles de derribar y, como un niño enrabietado, en lugar de olvidarlo, nos emperramos en seguir dando cabezazos una y otra vez, una y otra vez: como una máquina de movimiento perpetuo...
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