La globalización autocontenida

¿Es posible pensar en un proceso de freno en la actual carrera globalizadora?
El mundo, a horcajadas sobre el corcel de las TIC se ha hecho mucho más pequeño (o más plano, en la terminología de Friedman). A mi modo de ver, más que aplanar (es un símil planteado para llamar la atención, más que para expresar un concepto), lo que ha provocado la emergencia de las TIC es una disminución sin precedentes de los costes de transacción y de información, proceso que a su vez ha permitido movilizar "recursos dormidos" (esto si lo explica bien Friedman), como la inmensa y disciplinada mano de obra china o el cualificado y constreñido capital intelectual indio.
El final de la Guerra Fría y el derrumbamiento del Muro de Berlín han contribuido definitivamente a que esta marea globalizadora se comunique por más países, gane masa crítica. Y, en la medida, que se crean nuevas conexiones, aumentan las posibilidades de crear otras aún más nuevas, ya que mejora la información y el canal de comunicación.
Pero, ¿está condenado el mundo a seguir empequeñeciéndose, a seguir compitiendo en un mercado cada día más grande y más homogéneo? La inercia es mucha, pero hay muros que son difíciles de derribar y trayectorias históricas que acaban en callejones sin salida.
  • La primera de las barreras que encuentra la globalización es la física, la medioambiental, la barrera de pretender un crecimiento económico infinito sobre la base de una tierra que es finita y de unos recursos limitados o, en el mejor de los casos, sometidos a unos delicados mecanismos de reproducción. En otra entrada ya comenté el concepto de Frontera de Posibilidades de Producción de la humanidad. Por definición, no es posible mantener a largo plazo el uso al límite de todos los recursos (una de las condiciones de eficiencia contenidas en la teoría económica). Por otro lado, nuestra actual base energética ofrece numerosos interrogantes de difícil e incluso imposible solución.
  • La segunda barrera es la de las identidades. Un mercado global más transparente, más comunicado tenderá a homogeneizar las producciones, en busca de una mayor rentabilidad. Pero esa tendencia al final chocará con las identidades, ya sean nacionales, religiosas o de cualquier otra índole. Y es muy difícil que esta barrera caiga, ya que al final cada persona necesita un enraizamiento con su tierra, con su historia, con sus antepasados y por mucho que el mundo se "aplane" las diferentes culturas seguirán ejerciendo su labor diferenciadora. –Piense el lector en los movimientos terroristas que han surgido en los últimos tiempos y analice su base–.
  • Un tercer dique de contención lo constituye el miedo a la exposición que supone una competencia global. A medida que se eliminan ineficiencias en los mercados y la información circula libremente, es más difícil encontrar razones para que los trabajadores poco cualificados del primer mundo reciban salarios elevados. Enmanuel Todd mantenía que la razón por la cual los trabajadores occidentales sin cualificación recibían salarios altos era su proximidad a los altamente especializados. Pero hoy, gracias a las TIC están prácticamente igual de cerca los trabajadores del tercer mundo que los propios. Y es de la mano de este miedo que los empleados no cualificados (finalmente votantes) podrían optar por opciones políticas nacionalistas y proteccionistas.
  • Finalmente, y posiblemente sea esta la barrera más definitiva, la globalización pone en tela de juicio la propia existencia de los Estados-Nación. Frente a este poder monopolizador de la fiscalización y de la violencia emergen empresas que no conocen fronteras y que asignan los recursos con el único objetivo de aumentar la eficiencia económica de los mismos. Poco a poco, se erosiona una parte importante del poder estatal, poniendo en entredicho la continuidad de muchas de sus instituciones, las cuales consideramos actualmente en muchos casos como sinónimo de civilización. Además, esta barrera, unida a la anterior, tenderán a hacerse más grande en función del crecimiento del movimiento globalizador.
Marx y Engels definían en el Manifiesto Comunista (1848) una realidad calcada a la actual, y planteaban que el desenlace lógico sería un movimiento revolucionario por parte del proletariado (aunque el proletariado de entonces no tenía capacidad de ahorro ni invertía en los mercados de capitales como ahora):
La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza. La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente.
En cualquier caso, si no se produce un retroceso en el proceso, resulta evidente que terminará alumbrando una sociedad muy distinta a la actual. ¿Cómo de distinta? Eso es lo que estamos dilucidando usted y yo ahora mismo...

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