Almería: Barrido cero en 2011

Este artículo ha sido elaborado a petición del Diario de Almería, en cuyo suplemento de innovación del fin de semana debe aparecer. Es un resumen apresurado del año. A diferencia de otras ocasiones, en este ejercicio mi grado de seguimiento de la economía almeriense ha sido menor, ya que las exigencias profesionales me han llevado más hacia el ámbito de la agroalimentación, por lo que es posible que mi diagnóstico no sea tan rico como en otras ocasiones. Incluye también un mea culpa: supe ver venir la crisis, pero no fui capaz de calcular la crudeza de la misma...

Admitámoslo, esta crisis nos está dando una lección de humildad que no esperábamos, pero que tal vez necesitábamos. Entono en primera persona el mea culpa. Este economista no supo medir la profundidad de la crisis, ni fue capaz de prever las últimas consecuencias del pinchazo inmobiliario y su fusión con la crisis financiera internacional. Pensé, con más inocencia de la debida, que una vez tocado fondo en el ajuste del inmobiliario las cosas comenzarían a mejorar. No supe valorar los efectos que la sequía de crédito iba a traer ni tampoco la entrada en barrena del euro, cuya desaparición hace un año era un escenario de ciencia ficción.
La construcción de vivienda entró durante más de una década en una espiral expansionista, favorecida por una demanda ávida de comprar y un acceso al crédito históricamente sencillo. Como en una película de catástrofes milenaristas, todo lo que podía salir mal, salió mal: rematadamente mal. Y tras el colapso de la construcción, vino el hundimiento de la industria de la piedra.
La diversificación, la internacionalización, resultaron ser parte de un relato que no se ajustaba a la realidad. Otra vez la exuberancia de la construcción atrapó a las empresas de la comarca de Macael en una trampa mortal; dulce, por los enormes beneficios, pero actuando como una sirena, encantando a los marineros con sus bellas canciones hasta hacerles chocar con los arrecifes. Al mismo tiempo, el turismo no lograba encontrar el camino de la recuperación, a pesar de la mejora de la demanda de nuestros principales clientes internacionales y el récord que 2011 va a suponer para este estratégico sector a nivel nacional. La clave de esta incapacidad habrá que buscarla en una especialización muy concentrada en el mercado internacional, a falta de grandes tour operadores que ofrezcan Almería a sus clientes. Y el mercado nacional lleva ya dos años aquejado de una gran depresión.
Para terminar de cerrar el círculo de las desgracias, los precios de nuestras producciones agrarias, lo único que estaba capeando el temporal, se han venido al suelo durante gran parte de la campaña anterior y en el arranque de la actual, por lo que el aporte del sector agrario se ha visto muy disminuido.
El panorama después de la batalla es desolador. Somos la primera provincia española en tasa de paro, y las expectativas para el año próximo no son nada favorables, desde el punto y hora que los gabinetes de análisis están apostando por una vuelta a la recesión entre finales de este ejercicio y comienzos de 2012. Nuestra economía ha sufrido un verdadero barrido cero, lo cual es terrible, es cierto, pero también aporta algunas oportunidades.
Un vendaval tan poderoso como éste se ha llevado consigo muchas ideas falsas, muchos prejuicios y muchas formas de actuar que nos estaban alejando de los principios fundacionales del ciclo de crecimiento almeriense iniciado en la segunda mitad del siglo XX, como eran el esfuerzo y el compromiso personal. Ese principio rector nos debe servir para lanzar un nuevo ciclo, el del siglo XXI, al que habrá que añadir ideas novedosas e inesperadas. Ideas que sean capaces de remontar una tendencia y una confianza decrecientes.

Dedicado a Francisco David, que supo predecir lo que ocurriría con su lacónico: “esto peta”.


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