Lo que la crisis se llevó

Año 2014. Séptimo año triunfal de la crisis financiera internacional en su frente europeo. Asustan la posibilidad de una tercera recesión y nos asalta nuevamente la amenaza de deflación: dicho de otra forma, nos vamos japonizando y la respuesta sigue siendo esperar y ver.
Bajo los escombros que esta crisis está dejando hay muchos cadáveres. No hablo solo de las miles de empresas que han tenido que cerrar, ni de los millones de parados que ha fabricado esta situación. Hay, por así decirlo, daños colaterales. Uno de ellos es el contrato social. El Estado de Bienestar que edificó Europa se ha resquebrajado y está provocando el desencanto de la sociedad. Se han roto las costuras del sistema y los ciudadanos, de pronto, se han encontrado con que ya no están tan protegidos como solían. Y, encima, se les dice que la culpa es de ellos, por no ser competitivos, por envejecer, por haber vivido por encima de sus posibilidades.  Al tiempo, al menos en España, han comenzado a aflorar los tejemanejes de la clase dirigente, echando más leña al fuego de la decepción y de la sensación de fracaso como sociedad.
Otros síntomas de esta gran quiebra son el aumento de los movimientos populistas, o el aumento de los nacionalismos (otra versión del populismo). Los europeos quieren encontrar explicación a sus males, y lo hacen en forma de culpa al vecino, o al extranjero (que es el que abusa del sistema y malgasta los recursos que ya no estarán disponibles para mí). Algunos nacionalismos regionales ven recrecer sus apoyos, porque se culpa al gobierno central de sus males (siempre es más tranquilizador culpar a otros) y otros movimientos escogen a Europa como chivo expiatorio: otra vez la culpa es de otros.
Esta crisis está llevándose por delante ideas importantes, ideas que contribuyeron al desarrollo del continente y que significaron un sustrato sobre la que edificar la paz que ha regido en el Occidente del continente desde la finalización de la II Guerra Mundial. La crisis comenzó siendo financiera, se convirtió en económica, pasó a social y va camino de transmutarse en crisis sistémica. La historia está avanzando a golpes y uno de ellos nos ha impactado de lleno. Y el problema es que parece que la clase política actual no se ha dado cuenta.
Y puede que ella misma termine siendo arrastrada también por el huracán de la Historia.

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