Economía de guerra



Nunca pensé que llegaría a vivir una situación como esta. No tengo experiencia propia sobre lo que es una guerra y el estado económico de excepción que le acompaña, pero me imagino que no debe ser muy distinto a lo que estamos viviendo. La mayor parte de la economía paralizada y todos los recursos focalizados en un único objetivo. En este caso, parar la epidemia; en la guerra, contribuir al esfuerzo bélico. La única diferencia es que los muertos están en la retaguardia y que la primera línea de defensa es nuestro propio hogar.

Tengo la sensación de que esta crisis del coronavirus va a cambiarnos de forma más radical de lo que pensábamos inicialmente. Y en muchas más vertientes de las que se imaginaba. En el orden económico, y en esto no me cabe apenas duda (recuerde el lector que soy economista y que nuestra especialidad es predecir el pasado), la digitalización de la sociedad va a dar un salto cualitativo en estas 3-4 semanas de confinamiento mundial que de otra forma hubiera tardado bastante más.

Las empresas van a ser conscientes de qué se puede hacer y qué no (de momento) con la tecnología. Y esto tendrá una implicación directa en la localización de las empresas. Lo mismo nos damos cuenta de que no hace falta tener 3 plantas de oficinas en la zona más cara de la ciudad, o nos percatamos de que las tiendas de las grandes franquicias pueden reducir su tamaño, ya que las ventas se realizan mayoritariamente por Internet.

Las familias van a digitalizarse también, consumiremos mucho ocio conectado que seguramente ya no se dará de baja pasada la crisis (sí, en esta crisis también habrá algunos ganadores). Muchas de las compras y pagos pasarán a ser digitales, con lo que el cambio en el sistema financiero minorista también se va a acelerar.

Otra consecuencia obvia es que el parón saldrá caro, muy caro, a la economía española, ya que muchos negocios han tenido que parar de golpe, lo que significa que vamos a tener un repunte del paro, otro de los impagos y, seguramente, una recesión profunda y, esperemos, de corto alcance temporal. La deuda pública se va a disparar y muchas familias van a verse de nuevo en situación de debilidad cuando ni al país ni a muchas de ellas les había dado tiempo a regenerar un cierto colchón de seguridad.

Vamos a tener que pensar en una amplio periodo de carencia para muchas de las obligaciones de pago, tanto desde el sector público como privado. A lo mejor tendremos que repensar el subsidio de desempleo y transformarlo en parte en una renta mínima. Y, finalmente, tendremos que ser conscientes de que el conjunto de la sociedad deberá hacer frente en los próximos años a la deuda que vamos a contraer.

En cualquier caso, vamos a cambiar muy profundamente. Me gustaría pensar que esta experiencia nos va a transformar en una sociedad más solidaria y no solo más tecnológica. Me gustaría que este reto tan tremendo nos sirviera para rebajar las barreras que se han ido construyendo en los últimos años. Me gustaría pensar que este reto nos puede servir como elemento de unión y que la salida de esta crisis se convierta en la transición de la actual generación de españoles. No se preocupen, no me he vuelto gagá, sé que las cosas no tienen pinta de ir en esa dirección.

Mucha suerte a todos y mucho ánimo. Nos vemos en la calle cuando todo esto pase.

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