Las amenazas que se ciernen sobre la UE
Este artículo pertenece a la colaboración que mantengo con el Diario de Almería.
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No tengo demasiado claro si vivimos en una era de cambios o en un cambio de era. Incluso es posible que estemos en ambas. Podríamos dedicarnos a realizar un diagnóstico diferencial para identificar cuál es la enfermedad que nos aqueja, como hacía el doctor House, y salir de la duda, pero los síntomas son tan graves que lo urgente es lograr que estos remitan, porque corremos el riesgo de que el enfermo fallezca antes de conocer la solución.
El principal síntoma es el elevado incremento de la incertidumbre en todos los ámbitos: en el económico, en el social, en el político y hasta en el militar. Pero no es el único. El aumento de los nacionalismos excluyentes o el recurso a la violencia para resolver problemas internacionales se suman al primero, retroalimentándolo, y contribuyen a que este marque niveles récord.
Es posible que la enfermedad la hayamos estado incubando desde el estallido de la Crisis Financiera Internacional y que el éxito alcanzado en el proceso de globalización haya creado una masa suficientemente grande de «perdedores» en las sociedades desarrolladas, interesados ahora en cambiar un modelo que les ha perjudicado. También influye el surgimiento de una potencia emergente, China, que está decidida a convertirse en un país imposible de obviar en ningún asunto y la decadencia de otra que se ve amenazada en su posición de líder absoluto: Estados Unidos.
El principal síntoma es el elevado incremento de la incertidumbre en todos los ámbitos: en el económico, en el social, en el político y hasta en el militar. Pero no es el único. El aumento de los nacionalismos excluyentes o el recurso a la violencia para resolver problemas internacionales se suman al primero, retroalimentándolo, y contribuyen a que este marque niveles récord.
Es posible que la enfermedad la hayamos estado incubando desde el estallido de la Crisis Financiera Internacional y que el éxito alcanzado en el proceso de globalización haya creado una masa suficientemente grande de «perdedores» en las sociedades desarrolladas, interesados ahora en cambiar un modelo que les ha perjudicado. También influye el surgimiento de una potencia emergente, China, que está decidida a convertirse en un país imposible de obviar en ningún asunto y la decadencia de otra que se ve amenazada en su posición de líder absoluto: Estados Unidos.
Los síntomas
En Europa, los síntomas se han materializado en cuatro amenazas:
- La militar, encarnada en la Rusia de Putin. Empantanada aún en el intento de invasión de Ucrania, está atacando a los países europeos con tácticas de guerra híbrida, que van desde la invasión del espacio aéreo con aviones y drones, hasta ciberataques dirigidos contra empresas u organismos occidentales, pasando por campañas masivas de desinformación y sabotaje. Rusia nos está obligando a dedicar más esfuerzos a la defensa, drenando recursos de otros asuntos como la PAC.
- La de la pérdida del gran aliado. Por supuesto me refiero a Estados Unidos y su nueva política que apenas discrimina entre aliados y rivales. No es solo la cuestión arancelaria, que también, sino todo lo relacionado con el apoyo a la defensa europea o las exigencias de compras e inversiones en su economía. Este aislamiento autoinfringido de los estadounidenses tendrá consecuencias en su territorio, pero también lo tendrá en el nuestro (en el europeo) puesto que el mercado accesible potencial para nuestras empresas se ha reducido y las cadenas de suministro globales tendrán que adaptarse a este nuevo mundo que será, sin duda, mucho más caro para todos.
- La tercera amenaza es el decaimiento industrial del viejo continente. Durante años, China ha movido sus fichas de manera muy hábil con la vista puesta en el largo plazo y hoy no solo es la fábrica del mundo, sino que se ha transformado en una potencia tecnológica capaz de amenazar incluso el liderazgo estadounidense. Además de activar sus capacidades científicas y técnicas han creado una red de conexiones globales que le permiten asegurar sus flujos de materia prima y productos terminados.
- Por último, Europa también tiene en su seno fuerzas desintegradoras que propugnan para sus propios países soluciones nacionalistas al estilo de la estadounidense. Para ellas, Europa es sinónimo de globalismo, burocracia y gasto ineficiente. Y no debemos despreciar su capacidad. David Cameron lo hizo y hoy el Reino Unido ya no forma parte de la Unión.
¿El tratamiento?
¿Cómo podemos tratar estos síntomas? No es sencillo, la salida óptima pasa por buscar soluciones de manera conjunta, como un bloque unido. Como ha señalado Mario Draghi, debemos mejorar nuestro mercado interior, eliminando las barreras que aún mantenemos entre nosotros para poder disfrutar de las ventajas de un mercado profundo como el estadounidense, el chino o el indio. Debemos coordinar nuestros esfuerzos en defensa, para evitar un gasto excesivo y para usarls como palanca para la industria en nuestros países. Debemos vencer nuestros recelos y diferencias para superar la enorme prueba a la que nos enfrentamos. O eso, o la enfermedad nos conducirá a la insignificancia geopolítica y económica.

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