Renta agraria nominal vs. real: cuando el apellido sí que importa

El MAPA ha publicado la primera estimación de la Renta Agraria de 2021 y los datos no son demasiado buenos ni, por desgracia, imprevistos. Aunque en términos corrientes la renta se ha mantenido prácticamente en los mismos niveles que en el año anterior (+0,1 % y 28.360,7 millones de euros), lo cierto es que, en un año en el que se está disparando la inflación por encima del 5 %, es sencillo deducir que el resultado no compensa el aumento del coste de la vida. La imagen que nos da el gráfico de la serie histórica en euros corrientes o nominales es de una tendencia creciente hasta 2003, seguida de una meseta más o menos estable hasta 2009 y una clara aceleración entre 2009 y 2017, para volver al estancamiento entre 2019 y 2021.

Fuente MAPA


El resultado no compensa el aumento del coste de la vida


Para deflactar el dato –es decir, para eliminar el efecto debido a variaciones en el poder adquisitivo del dinero– el MAPA usa el el deflactor implícito del PIB (que es una medida alternativa de medir la inflación en una economía). Con esta herramienta, el relato de largo plazo cambia un poco. 

He representado el gráfico como índice con origen en 100 y con el eje de ordenada partiendo de 60 con la idea de que se vean más claros los periodos de cambio, lo que implica que dichos cambios no son tan intensos como aparecen representados. 

La renta venía cayendo hasta el 92. Tras la crisis del 93, remontó hasta un máximo en 1997, que después sufrió serios altibajos en torno a una media que se mantuvo hasta 2003. Luego viene una profunda caída que toca fondo en 2009 y que coincide casi exactamente con el período de expansión del sector inmobiliario y de su burbuja. Tras el estallido de la crisis, la renta agraria se recupera hasta alcanzar el máximo de esta fase en 2017, a partir de cuyo momento comienza un nuevo proceso de retroceso. En 2021, se da un paso más en dicho retroceso, con una caída de la renta real del -1,4 %. 

Por otra parte, es importante señalar que el máximo de 2017 ya no se produce al mismo nivel que en 1997, sino bastante más abajo… De hecho, en términos reales, la renta agraria de España de 2021 es un 5,8 % inferior a la de 1990.

 

Renta agraria real. Índice 1990 =100
Fuente: MAPA

En términos reales, la renta agraria de España de 2021 es un 5,8 % inferior a la de 1990

¿Por qué sigue vivo el sector?

La cuestión que inmediatamente se viene a la mente es, si esto es verdad, ¿cómo es posible que no se haya hundido el sector? ¿Cómo ha sido capaz de batir récords de exportación año tras año? La cuestión está respondida intrínsecamente en la segunda de las preguntas. Si aumentamos los niveles de exportación significa que mantenemos e incrementamos nuestra competitividad como sector –en realidad la competitividad es cosa de las empresas, pero permítanme la licencia para aligerar el relato–. Y la clave de esto podríamos encontrarla en la productividad.

Una forma de medirla es la ratio renta agraria por unidad de trabajo agrario (UTA). Aquí, tanto en términos nominales como reales, la productividad ha ido creciendo de forma casi constante, salvo en el período de mayor relumbrón del ladrillo, en el que el proceso de mejora se interrumpió. Ya he comentado en otros lugares que la pérdida de pulso del sector agroganadero durante esos años bien pudo estar debido a un efecto desviación de inversiones y capital humano hacia otros sectores que obtenían rentabilidades de dos dígitos en un año.

Renta/UTA nominal y real
Fuente: MAPA

Es decir, lejos de producirse una debacle, y a pesar de perder renta real, el sector ha logrado seguir ganando competitividad a través de la mejora de la eficiencia. El cómo se ha logrado mejorar esa eficiencia lo dejaremos hasta la publicación de los datos del Censo Agrario de 2021. Casi con toda seguridad allí encontraremos numerosas pistas al respecto.

El sector ha logrado seguir ganando competitividad a través de la mejora de la eficiencia





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