Historia de mi calva

Esta es mi respuesta personal al asunto del diario El Mundo el cual, todo hay que decirlo, publicó nuestra réplica al día siguiente, en la página 9 y en zona destacada. Es por ello que me encuentro en un mar de dudas ante la publicación de mi réplica-clase de economía en otro medio. No sé qué hacer.

Los economistas dedicados al análisis de coyuntura –como es, en parte, mi caso– solemos utilizar indicadores para aproximar el comportamiento de las variables a estudiar. Así, por ejemplo, tendemos a utilizar el consumo aparente de cemento para adelantar el comportamiento de la actividad en la construcción, suponiendo que hay una relación directa entre ambas magnitudes. Además, los indicadores que utilizamos pueden tener un origen objetivo (como es el número de turismos matriculados o el de toneladas exportadas de pimientos) o subjetivo. Estos últimos suelen referirse a encuestas de opinión como las que realiza el servicio de estudios desde 1998 para el comercio menor y desde 2005 para la totalidad de sectores no agrarios.
El problema es que tanto unas como otras suelen presentar cuatro componentes básicas que son: el ciclo, la tendencia, la estacionalidad y un componente irregular. Estas componentes están en todas la series económicas y por eso insistimos los economistas en tener series históricas largas, con el objetivo de aislar estos fenómenos y poder definir y predecir el comportamiento tendencial de la economía. Y, en el segundo caso, se añade la incidencia de sucesos puntuales que modifican de manera radical las expectativas de los agentes como, por ejemplo, un atentado o una helada.
¿Y qué tiene esto que ver con mi calva, se dirán ustedes? Más de lo que piensan. Partamos de esta suposición: el ritmo de avance de la calvicie está compuesto por un porcentaje de caída relacionado con la edad; otro estacional, según el cual en los cambios de estación aumenta la caída; un tercero relativo al estrés (o a la tensión), y un cuarto componente absolutamente aleatorio.
Pues bien, si mi comportamiento profesional hubiera sido acomodaticio, tal y como se ha dado a entender en cierto medio de comunicación hace poco, el ritmo de crecimiento de la misma hubiera sido uniforme a lo largo del tiempo, ya que no habría tenido situaciones estresantes en mi actividad laboral y habría inventado el análisis populista económico-sectorial. Sin embargo, y a la hemeroteca y a mi espejo me remito, ha habido años en los que la superficie sin pelo de mi cabeza ha avanzado casi a la misma velocidad que la desecación del mar de Aral. Evidentemente, si el ritmo de caída de los componentes primero y segundo es teóricamente ser más o menos estable, significa que el tercer componente es posiblemente el responsable de esos “cambios de nivel” del indicador denominado avance de la calvicie que estamos sometiendo a estudio y que puede ser un buen indicador de mi comportamiento acomodaticio.
Pero, por si las imágenes no son suficientemente sugerentes, déjenme que les refresque un poco la memoria de mis enfrentamientos profesionales de los últimos años: la “he tenido” con los agricultores cuando dije que se estaba sustituyendo el comportamiento proactivo por el victimista (unas declaraciones muy acomodaticias) y fui aseteado por tierra, mar y aire (y especialmente por un gran comunicador provincial que sabe de todo). Antes de eso le dije a la Junta de Andalucía que lo de ponerle el apellido de Almería 2005 a algunas partidas presupuestarias no me parecía muy lógico puesto que existían esos mismos importes en otras provincias. Hace relativamente poco, el servicio de estudios definió antes que nadie la situación del mercado de la vivienda en la provincia como de “burbuja”, término técnico que me supuso un mes de trabajo para justificar lo dicho ante el gremio de los promotores-constructores que no compartían el diagnóstico.
No puedo enseñar, como anteriores generaciones, restos de viejas heridas de guerra, pero si que puedo mostrar las fotos de los años recientes y decir cosas como, “estos tres centímetros de avance fueron por el resultado del enfrentamiento con los agricultores”, o “el brillo sonrosado de la coronilla es derivado de la burbuja inmobiliaria”. Por eso me resulta insultante cualquier insinuación que ponga en juego mi profesionalidad y la de mis compañeros del Servicio de Estudios; podemos ser mejores o peores, pero no ponemos nuestra objetividad al servicio de nadie, como lo demuestra el inconstante avance de mi calva en los últimos años.

Fdo. David Uclés Aguilera
Economista

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