Desde antiguo hemos usado como indicador del desarrollo de una civilización el número y tamaño de sus ciudades. Posiblemente esto se deba a que es más sencillo encontrar y analizar los restos antiguos de grandes aglomeraciones de personas (en los que hay más probabilidades de hallar edificios de grandes proporciones y de materiales más duraderos: palacios, templos, etc.); o a que entendemos el proceso civilizador como el tránsito de las sociedades tribales de cazadores-recolectores desde su vida móvil y, por fuerza, ligera de equipaje, hasta nuestra realidad de grandes urbes concentradoras de consumo, personas y riquezas. Por tanto, hemos considerado intrínsecamente bueno y hasta natural el proceso de urbanización de nuestras sociedades. Aunque, para ser completamente honestos, hay que reconocer que al menos desde los años 70 del pasado siglo hemos comenzado a ser plenamente conscientes de los problemas medioambientales y hasta psicológicos que la vida en torno a las grandes ciudad
y de abla y abrucena...¿no?
ResponderEliminar:-) De esos estoy cogiendo información. Espero dejarlo listo entre el lunes y el martes... ¡Se me acumula el trabajo! ¡Y lo pierdo escribiendo nuevos posts!
ResponderEliminarPorca Miseria...