¿España va bien?
En otras ocasiones ya he mostrado mi descreimiento con respecto a la fortaleza del proceso de crecimiento económico de este país en los últimos años. En primer lugar, el crecimiento se ha fundamentado básicamente en un sector de la construcción de muy baja productividad y aquejado de una evidente situación de burbuja en sus precios. Por otro lado, se ha producido un efecto desplazamiento de las inversiones, hacia dicho sector de altas tasas de rentabilidad y relativamente cortos plazos de maduración (al menos en el caso de la compra de vivienda).
Una reducción de la actividad en dicho sector tendría tremendos efectos sobre la economía real, ya que el volumen de obras en ejecución se contraería para acomodar la oferta a una demanda más reducida. Pero eso significaría mucha gente en el paro que, de no ser absorbida por otras actividades a corto plazo, pondría nuestras cifras de empleo en niveles de hace tres o cuatro años.
Por eso, cuando hoy un periodista me ha pedido que le comentara el fuerte incremento de los efectos impagados en Almería, un escalofrío me ha recorrido la espalda. Sabemos que la construcción se ha venido desacelerando, sabemos que la agricultura parece estar enganchando una segunda campaña mediocre. Pensábamos que el turismo y la industria estaban levantando el vuelo, lo que compensaba en parte el problema.
Pero, si el crecimiento de los impagados era una tendencia firme la cosa se nos pone un poco chunga. Así que me he conectado a la web del INE y he realizado el siguiente gráfico, que representa la tendencia del ritmo de crecimiento de los efectos impagados en España (en número e importe):
De momento el problema no lo es tanto ya que aunque las tasas se aceleran, la del número no ha traspasado a los números positivos, aunque va en esa vía. El importe si que la ha traspasado lo que presumo sucede por el incremento medio de los efectos en los últimos años. Es decir, ahora un efecto devuelto tiene un importe mayor que hace tres años.
No hay, por tanto que disparar las alarmas, pero si que debemos ponernos en guardia y vigilar estrechamente esta variable para que no nos coja el toro, que diría un taurino.
Una reducción de la actividad en dicho sector tendría tremendos efectos sobre la economía real, ya que el volumen de obras en ejecución se contraería para acomodar la oferta a una demanda más reducida. Pero eso significaría mucha gente en el paro que, de no ser absorbida por otras actividades a corto plazo, pondría nuestras cifras de empleo en niveles de hace tres o cuatro años.
Por eso, cuando hoy un periodista me ha pedido que le comentara el fuerte incremento de los efectos impagados en Almería, un escalofrío me ha recorrido la espalda. Sabemos que la construcción se ha venido desacelerando, sabemos que la agricultura parece estar enganchando una segunda campaña mediocre. Pensábamos que el turismo y la industria estaban levantando el vuelo, lo que compensaba en parte el problema.
Pero, si el crecimiento de los impagados era una tendencia firme la cosa se nos pone un poco chunga. Así que me he conectado a la web del INE y he realizado el siguiente gráfico, que representa la tendencia del ritmo de crecimiento de los efectos impagados en España (en número e importe):
De momento el problema no lo es tanto ya que aunque las tasas se aceleran, la del número no ha traspasado a los números positivos, aunque va en esa vía. El importe si que la ha traspasado lo que presumo sucede por el incremento medio de los efectos en los últimos años. Es decir, ahora un efecto devuelto tiene un importe mayor que hace tres años.
No hay, por tanto que disparar las alarmas, pero si que debemos ponernos en guardia y vigilar estrechamente esta variable para que no nos coja el toro, que diría un taurino.
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