Imaginando catedrales

Imaginar el futuro en término económicos es cada vez más jugar a hacer ciencia ficción. Pero como es uno de mis géneros favoritos me he atrevido a reimaginar un futuro económico para Almería. Este artículo saldrá en un suplemento especial del Diario IDEAL de Almería.

¿Dónde estaremos en cinco años? ¿Y en diez o veinte? Responder a estas preguntas en un entorno tan cambiante como el actual es casi un ejercicio de adivinación esotérica, más que un artificio modélico de economía. Y es que cuando las reglas del juego cambian de forma tan rauda, es posible que en un breve lapso de tiempo hayamos cambiado completamente de tablero y hasta de juego. Un ejemplo muy cercano: allá por 1999, la agricultura de Almería suponía en torno al 22% del valor añadido bruto generado en la provincia. En 2003, según los datos de la contabilidad regional, había pasado a poco más del 15% y la construcción le pisaba los talones con el 14% del total. Un cambio estructural de importancia mayúscula en menos de 5 años.
Así que anticipando que cualquier parecido de los próximos párrafos con la realidad será mera casualidad comencemos a plantear lo que puede ser Almería en la era Postjuegos del Mediterráneo. Comencemos por lo más seguro, la población almeriense es relativamente joven, tiene una tasa de natalidad superior a la media y alcanza unas tasas de extranjería ampliamente superiores también a la media, las cuales se agudizan si analizamos los municipios del litoral por separado. Lo anterior se resumen en un ritmo de crecimiento de la población superior al que se está produciendo a niveles autonómico y nacional. La avenida de gentes de los más diversos orígenes se ha producido merced a un modelo de desarrollo que hace hincapié en la utilización de mano de obra. Así, la población inmigrante se ha concentrado en sectores de baja productividad y elevados requerimientos de personal, principalmente agricultura y construcción, a los que se les está sumando en los últimos tiempos los servicios de hostelería y restauración.
La pregunta clave es saber si seremos capaces de ampliar nuestra base productiva para aprovechar este caudal de capital humano, cuya diversidad es una oportunidad, en actividades generadoras de mayores cantidades de valor por unidad de trabajo. Es decir, saber si seremos capaces de reestructurar nuestras especializaciones sectoriales para potenciar las de mayor productividad. Si nuestra respuesta a esta pregunta es que no, el futuro será poco halagüeño, ya que las presiones del sistema terminarán por romper las costuras de nuestro mercado laboral, disparando la tasa de paro y provocando la reubicación de mucha de la gente que acude a Almería en busca de oportunidades en otros territorios.
Por otro lado, si somos capaces de hacer el ejercicio, primero mental y después físico, que hicieron los primeros constructores de catedrales, el futuro será mucho más optimista y Almería podrá terminar de unirse al carro de las regiones más desarrolladas de España. Evidentemente, imaginar catedrales es muy difícil cuando se está acostumbrado a los muros de carga y a los vanos estrechos en lugar de a los amplios ventanales y las cúpulas ingrávidas, pero tampoco es imposible. Afortunadamente sabemos algunas cosas: sabemos que el eje de rotación económico de la Tierra se está desplazando cada vez más decididamente hacia el Este, en dirección a China e India; sabemos que la información está transformando el mundo, y que la herramienta que capitanea el proceso de globalización de la información es Internet; sabemos que la imaginación es un valor en alza; sabemos que el mundo del transporte está abocado a una radical transformación fruto de la doble presión de los costes del combustible y de la congestión creciente de las carreteras; sabemos que los mercados agrarios están abocados a la liberalización...
Por último, las catedrales económicas, como las arquitectónicas, precisan de un entorno social proclive, que entienda y comparta la visión, que arrime el hombro en lo que a la sufragación de los costes se refiere y que sea magnánima en el disfrute de los “edificios” construidos. Y en este sentido me permito ser muy optimista, la simple variedad de orígenes de la población almeriense hoy, la juventud de ésta y la conciencia de emigrantes de los autóctonos y de los recién llegados, bien canalizado puede dar lugar a ese caldo de cultivo, condición necesaria aunque no suficiente, para que demos el salto a los muros de luz.
Imaginando catedrales es de la manera que Almería podrá afrontar con éxito el futuro inmediato, parece complicado, pero no lo es tanto, en el fondo. Por ejemplo, el proyecto del Puerto de Almería es una apuesta tipo: convirtamos un puerto especializado en el tránsito de ferrys con el norte de África y graneles sólidos en un centro logístico mundial entre el Canal de Suez y el Estrecho de Gibraltar.

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