Las dos muertes de Sócrates

La narración transcurre a base de saltos temporales demasiado bruscos para mi gusto, en los que Sócrates es un mero actor secundario, hasta el mismo momento de su muerte, que da lugar a la intervención de un sofista que se pone como misión descubrir la verdad de lo sucedido. Esta investigación ocupa la última parte de la novela y es posiblemente la más interesante.
Mi valoración: 6,0 sobre 10.
Por otro lado, da la impresión de que era necesario introducir un gran número de personajes reales. Intuyo que tendrá que ver con aquello que decía Borges, que para aportar una sensación de veracidad era conveniente usar algunos datos veraces. Así, pasean por las páginas de este libro, el propio Sócrates, Pericles, Protágoras, Aristófanes, Platón, Gorgias, Fidias, etc. Tantos que la estrategia de ocultación se convierte en una especie de autoinculpación: dime de que presumes y te diré de que careces.
Por último, y esto es sólo una impresión pues mis conocimientos de historia no llegan para opinar con conocimiento de causa, de que el reflejo de la vida cotidiana es bastante realista, destacando la descripción del juicio contra Sócrates, o algunas de las escenas caseras.
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