Restando minutos

Diez. Apenas me queda tiempo. Y no estoy preparado, nadie está preparado para algo así. Bueno, tal vez alguno de esos santos de los que me hablaban los salesianos. Es demasiado poco, y tanto lo que me queda por hacer.
Nueve. El reloj avanza demasiado deprisa, y mi corazón se ha sumado a la fiesta provicándome un copioso sudor: ¡Párate, maldito segundero! No sigas, dame más tiempo. Quiero más tiempo. Necetito más tiempo.
Ocho. Es inútil, ya es demasiado tarde para mi. No hay salida, me fulminarán. Espero que al menos sea rápido. ¡Maldito reloj! ¡Maldito tiempo perdido! Ahora me acuerdo de ti.
Cinco. Ya han entrado, nos miran con desprecio, les estamos fastidiando una estupenda mañana de playa. Querrán volver rápido a casa. Querrán estar con los suyos aprovechar su tiempo, ellos que tendrán todo el del mundo...
Tres. Han repartido los folios. El sudor ha desaparecido. Ya no hay vuelta atrás. El examen comienza.
Cero. Leo las preguntas. Estoy muerto.

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