Soy un conejo blanco

"Llego tarde, llego tarde", decía el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas, mientras avanzaba a toda priosa sin dejar de mirar su reloj de bolsillo. Así me veo en estos días.
Y es que los astros se han confabulado para que no tenga ni una décima de segundo libre. El trabajo se ha acumulado de manera brutal y hay que sacarlo adelante antes de irnos de vacaciones (¿cuánto falta para que llegue el día 31?); mi mujer anda estos días aún más liada que yo; misuegra (que era la que nos aliviaba con sus quites infantiles) se encuentra de "baja" por una rotura de rodilla; la muchacha que nos limpia está de vacaciones, ...
Hemos tenido que dejar a nuestro niño mayor en casa de mis padres en Cádiz y andamos de cabeza con el peque y la su guardería.
Lo del trabajo ha sido el producto de lo que denominamos "patatas calientes". Son esos trabajos que te esperan agazapados en una esquina, que se preparan durante semanas para el asalto y que, coincidiendo con elevados volúmenes de trabajo normal, aparecen de improviso. Se les reconoce fácilmente, ya que casi todas las patatas calientes son para ayer.
Así que ahora, que he dado por finalizada la patata que me ha arruinado el fin de semana, dispongo de unos segundos para subir estas líneas al blog. Pocas, porque me esperan ansiosas dos patatas encima de la mesa. Sí, están calientes y no, no se comen.

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