La ideas que se pierden [Var]
Venía de camino al despacho de mi pluriempleo, mi segundo despacho, escuchando la radio. En ella, el escritor Juan José Millás hablaba de su capacidad para recordar ideas. Decía que en sus muchos insomnios había inventado unas reglas mnemotécnicas que le permitían al día siguiente rememorar las ideas nocturnas.
Las ideas perdidas siempre me han dado rabia. Muchas veces he tenido ideas sobre los temas más variados: artículos, cuentos, investigaciones, juegos, guiones de programas, etc. y las más de las veces me ha cogido sin un papel a mano sobre el que dejarlas caer. Hubo una época en la que llevé un magnetofón pequeñito para grabarlas, pero era demasiado grande y, por mor de mi mala memoria, solía olvidarlo.
Hace menos tiempo intenté copiar la costumbre de José Antonio Martínez Soler, que suele llevar una libretilla en la que apunta todo lo apuntable. Funcionó durante una época, pero a la segunda libretilla volví a tener problemas (la perdía constantemente).
En los últimos tiempos me he conformado con mantener una especie de base de datos de ideas en el ordenador (mediante la aplicación Idea Knot, pero muy pocas veces recuerdo que la tengo, y a ratos redescubro la libretilla. Imagino que sólo seré capaz de evitar la fuga de ideas cuando exista algo tan ligero o tan cotidiano como un reloj o unas gafas que a la vez me sirvan para anotar las ideas antes de que se me pierdan.
Claro que tener una memoria tan poco útil me permite sorprenderme a mi mismo de vez en cuando. Cuando encuentro la libreta y la releo, a veces, tropiezo con frases o ideas que me resultan extrañas, unas veces demasiado profundas y otras demasiado estúpidas; pero con toda seguridad mías. Y, que quieren que les diga, darse cuenta de que a pesar de los años uno es capaz de seguir evolucionando en sus ideas (aunque sea para peor) no deja de ser un acicate para seguir viviendo: ¿quién me mirará mañana desde el espejo cuando me afeite?
Las ideas perdidas siempre me han dado rabia. Muchas veces he tenido ideas sobre los temas más variados: artículos, cuentos, investigaciones, juegos, guiones de programas, etc. y las más de las veces me ha cogido sin un papel a mano sobre el que dejarlas caer. Hubo una época en la que llevé un magnetofón pequeñito para grabarlas, pero era demasiado grande y, por mor de mi mala memoria, solía olvidarlo.
Hace menos tiempo intenté copiar la costumbre de José Antonio Martínez Soler, que suele llevar una libretilla en la que apunta todo lo apuntable. Funcionó durante una época, pero a la segunda libretilla volví a tener problemas (la perdía constantemente).
En los últimos tiempos me he conformado con mantener una especie de base de datos de ideas en el ordenador (mediante la aplicación Idea Knot, pero muy pocas veces recuerdo que la tengo, y a ratos redescubro la libretilla. Imagino que sólo seré capaz de evitar la fuga de ideas cuando exista algo tan ligero o tan cotidiano como un reloj o unas gafas que a la vez me sirvan para anotar las ideas antes de que se me pierdan.
Claro que tener una memoria tan poco útil me permite sorprenderme a mi mismo de vez en cuando. Cuando encuentro la libreta y la releo, a veces, tropiezo con frases o ideas que me resultan extrañas, unas veces demasiado profundas y otras demasiado estúpidas; pero con toda seguridad mías. Y, que quieren que les diga, darse cuenta de que a pesar de los años uno es capaz de seguir evolucionando en sus ideas (aunque sea para peor) no deja de ser un acicate para seguir viviendo: ¿quién me mirará mañana desde el espejo cuando me afeite?
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