Haciendo de Casandra

Me refiero a la desdichada hija de Príamo, el rey de Ilión (Troya) que negó sus favores a uno de esos humanísimos dioses griegos y éste, en venganza, le concedió el don de predecir el futuro, y la maldición de que nadie creyera sus vaticinios. Ella dijo que Helena traería la desgracia de Troya, pero no le creyeron. Ella predijo la presencia de guerreros en el caballo, pero sus conciudadanos metieron el caballo de Odiseo dentro de la ciudad.
En fin. Juguemos a ser agoreros. Supongamos un mundo en el que los ciudadanos de los países occidentales (los únicos que a día de hoy se lo pueden permitir), cambiasen su sistema de valores (ya sea por causa de las guerras, de las hambrunas, de las inflaciones estructurales o del simple sentido común). Supongamos que decidan medir el progreso de la sociedad no en euros, yenes o dólares, sino en calidad de vida de los ciudadanos. Supongamos que, además, disminuyan su presión creciente sobre los recursos naturales. Y que todo esto lo hagan poniéndose de acuerdo en el seno de alguna organización internacional realmente respetable y, lo que es más importante, respetada.
¿Sería este el final de la crisis ecológica global? Desgraciadamente no. Por al menos dos razones:
  • Muchos de los procesos ecológicos están irremediablemente dañados ya y es difícil predecir en qué momento alcanzarán un nuevo equilibrio y qué consecuencias tendrá ésto sobre nuestras vidas.
  • Aún así, hay muchos problemas de carácter social que quedarían pendientes. Por ejemplo, las profundas desigualdades Norte-Sur, que no quedarían saldadas por una decisión de este tipo, y que seguirían provocando tensiones y emigraciones masivas.
Incluso, en el seno de las sociedades desarrolladas seguramente movimientos de carácter populista inflamarían el descontento de los desposeídos, condenados ya para siempre al ostracismo social, y lo harían espoleados por el dinero de los que querrían ganar aún más dinero.

Por tanto las dificultades son tan grandiosas que posiblemente nuestra especie siga resbalando por la pendiente de la extinción inconsciente, de la misma manera que una plaga de langosta, que sigue viva mientras haya otro sitio al que volar para seguir comiendo.

Comentarios

  1. Anónimo11:58 a. m.

    Si te interesan los retos ecológicos, tus siguientes lecturas seguro que van a estar relacionadas con la sexta extinción.

    En un ejercicio de indiferencia postmoderna podríamos decir que no tenemos que preocuparnos porque, por hache o por be, vamos a diñarla. ¿Deberíamos celebrar cantando el premio darwin? :-)

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  2. Cantemos y bebamos que esta es la última noche de la humanidad sobre la Tierra...
    Hay que ponerse fatalista, ya que los indicadores avanzan todos por la senda del desastre, pero eso no impide que, a lo mejor, reaccionemos y que se pueda salvar algo de nuestra civilización. En la historia hay ejemplos de permaculturas, lo que implica que es posible. ¿Estaremos dispuestos a optar por esa vía? Imagino que cuando los costes de nuestra ceguera sean tan obvios como los beneficios del cambio, cambiaremos.

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  3. Esperar a que los hechos indiscutibles hablen por sí sólos es reaccionar tarde. ¿Conoces la ley de la disrupción? Si esperas a un cambio político vamos dados. El punto es acelerar el cambio social mediante el cambio de la tecnología.

    ¿Cómo? Creando soluciones digitales. ¿Cuáles? Apuesto a que ya tienes en mente la que podría ser la primera ;-)

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  4. Anónimo10:22 p. m.

    De nuevo tu optimismo militante te lleva a esperar una solución mágica y socialmente aceptable al estilo de: "chicos vamos a hacer todos las cosas bien y cantemos alrededor de la fogata juntos como hermanos".
    Te recuerdo que la historia no la escriben las masas, sino los que dirigen esas masas. Dicho así en frío es una exageración, pero ¿no piensas que cuando los recursos sean escasos o los problemas demasiado grandes, a los cuatro que manejan los botones les importará muchos 20 o 30 años de guerra y cien o doscientos años de penuria. Te recuerdo que en las guerras es donde se hacen las mayores fortunas.

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  5. Anónimo10:49 p. m.

    "Te recuerdo" que repetir una coletilla dos veces en un párrafo es síntoma de falta de ideas.
    Pdta. Somos conscientes del riesgo de todo lo que comentas cuando lo vemos de lejos, no cuando nos toca tomar las decisiones.
    Ejemplo: el famoso documental de Al Gore sobre el calentamiento global. ¿Realmente hizo tanto esfuerzo por el calentamiento cuando era vicepresidente? No tomamos las mismas decisiones cuando mandamos que cuando nos mandan. Y los que mandan en última instancia son las empresas, ni siquiera los políticos.
    Vamos de culo por la pendiente que comentas.

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  6. ¿De verdad no somos conscientes cuando tomamos las decisiones? Creo que es un problema de plazos. El cálculo político es normalmente a muy corto plazo, no más de 4 años, de forma que mientras que los costes ambientales no se manifiesten en ese plazo, el político no hará nada, más que emitir juiciosos comentarios al respecto, pero ninguna decisión de calado. Sin embargo, al paso que vamos, incluso el corto plazo de 4 años será suficiente para que el reverso ecológico de las decisiones econímicas y políticas sea visible. Entonces se tomarán medidas. Estoy completamete seguro de eso: son más importantes los votos que los lobbys (nadie querrá pasar a la historia siendo el último causante de un colapso). El problema, reitero, es que las decisiones seguramente llegarán demasiado tarde.

    PD: Es estupendo llegar por la mañana al despacho y encontrarse comentarios tan jugosos. Gracias.

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  7. Por supuesto que no somos conscientes. Alguien dijo una vez que el problema del ser humano es no saber comprender la función exponencial en la que ocurren la cadena de implicaciones en el mundo de nuestras acciones. Por eso se nos complica tanto la prospectiva.

    En cuanto a los políticos, si tienes tanta fe en ellos y en los votos, realmente pecas de ingenuidad. El sistema democrático que vivimos genera una serie de círculos de dependencia que pervierte hasta a los mejores. ¿Nunca has visto Brubaker? Y puede que los votos sean más importantes que las fuerzas de cabildeo, pero tengo muy claro que las segundas tienen muchísima mejor relación de coste/eficiencia. Y lo sé porque estoy próximo a grupos de presiones como los de la propiedad intelectual, del software o de las patentes de software. Como me dijo una vez un asesor de la Comisión Europea: nunca podremos pagar las mismas cenas que ellos.

    ¿Que la cosa está mal? Está fatal. Terriblemente mal. Y en el momento en el que te atrevas a hacer números con métricas de sostenibilidad tú mismo nos lo podrás asegurar con pelos y señales.

    ¿Queda alguna oportunidad? Realmente no estoy seguro, pero si la hay, está en la Revolución Digital, justo como te decía arriba, gracias a la oportunidad que crean Internet y la ley de la disrupción con una nueva concepción de soluciones digitales.

    Y el paso siguiente es crearlas para desplegarlas: hacia la era de la participación.

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  8. Veamos, de mi comentario no creo que se deduzca que creo en el poder de los políticos. Más bien desconfío sistemáticamente (tengo por mi trabajo la oportunidad de haber conocido a muchos), pero le doy una oportunidad a su mezquindad. Cuando en el cálculo de beneficios electorales, las decisiones hacia la sostenibilidad sumen más que resten, descuida que emprenderan una cruzada verde del copón. Repito, seguramente ya será tarde.
    Por otro lado tengo claro que ese cambio de valores del que hablaba el otro día, debe conducirse por vías democráticas. Lo demás derivaría en ecofascismo, ecocomunismo o similar.

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